Lo que pasó aquella noche
El País, Montevideo
Estamos en el XX aniversario de la "caída" del Muro de Berlín. Va entre comillas lo de caída, porque en realidad el muro, planificado en secreto, negado ("nadie tiene la intención de erigir un muro" dijo Walter Ulbricht apenas dos meses antes de su construcción apresurada, en 1961, para frenar el flujo de alemanes del "paraíso" comunista al mundo libre), fue derribado por ciudadanos ansiosos de libertad.
Derrumbamiento que tuvo lugar en otra noche, más alegre: la del 9 al 10 de noviembre de 1989, poco después que los mandones de Berlín Oriental tuvieran que empezar a conceder algunas libertades. La destrucción de lo que la RDA denominaba "muro de protección antifascista" y sus opositores "muro de la vergüenza", se convirtió en el acto emblemático de lo que sobrevino rápidamente: el desplome del imperio armado por la Unión Soviética, apoyada en gobiernos satélites como los de Bulgaria, Checoslovaquia, Polonia, Rumania y Hungría.
Poco después no quedaba nada de aquella red opresiva. Gobiernos democráticos, elegidos libremente, sustituyeron a los que tiranizaban millones, utilizando en forma espuria el rótulo de democracias (como la República Democrática de Alemania, constructora del muro).
Estas dos décadas de libertad son, en 2009, motivo de evocaciones jubilosas y festejos varios en la Europa que vivió las décadas oscuras que precedieron a los acontecimientos que hoy recordamos. Años en que cientos de personas fueron asesinadas por el mero intento de sortear el muro. Años en que se construyeron leyendas de sociedades felices, que en realidad eran lo que han recientemente mostrado filmes como "La vida de los otros".
Obviamente no se ve el mismo júbilo en los ámbitos que vivieron aquel desmembramiento como un duro traspié. Por ejemplo, en el seno de los partidos comunistas del mundo, incluyendo Uruguay y en países como Cuba, donde el sacudón no llegó a erradicar la tiranía marxista, calcada de las europeas, con su trama de opresión y delación. Ni qué decir donde manda Hugo Chávez, admirador desembozado de Fidel Castro.
Destacar todo esto en el Uruguay del noviembre que estamos viviendo, resulta particularmente emotivo. Porque es un noviembre que converge hacia el día 29 en que la ciudadanía elegirá entre dos candidatos muy diferentes. Animados por filosofías radicalmente opuestas y que de ser elegidos, llevarían el país por caminos totalmente distintos. Por un lado, el Dr. Luis Alberto Lacalle que ya no es el candidato del 25 de octubre pasado, del Partido Nacional, sino quien trasciende un sector político, y es para todos el candidato del rumbo cierto, de las garantías dentro de la Constitución y las leyes. Por otro, el señor José Mujica, quien ha manifestado cualquier cosa, que dice y se desdice, pero que conlleva algo más inquietante aun. Algo que advierten no ya blancos o colorados sino hasta figuras del izquierdismo nacional (la actriz China Zorrilla dijo: "Pepe Mujica es un personaje pintoresco pero muy peligroso.") e internacional (la periodista catalana Pilar Rahola, luego de hablar con él expresó: "Estaba ante un hombre que seguía las reglas democráticas, pero que no creía en ellas.").
El muro cuyo desmoronamiento hoy evocamos no volverá. Pero hay quienes pueden levantar otras barreras.
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