Cuba: Insolidaridad
Los intelectuales cubanos no parecen ser muy solidarios con sus semejantes durante estos tiempos de incertidumbre donde el anticipado futuro de la isla no acaba de asomar la cabeza y el espíritu parece ser el de «sálvese quien pueda''.
La famosa guerra de los e-mails, una reacción en cadena de oposición que se produjo hace cerca de dos años cuando represores indeseables del llamado quinquenio gris eran reconocidos como paladines de la cultura en la televisión nacional cubana, no ha tenido un seguimiento sustancial. Fue coartada en su momento por una declaración unívoca de la unión que representa a los creadores.
La lista de los apartados en la geografía artística y literaria crece sin un gesto de acercamiento por parte de quienes han logrado un nicho oficial en la sociedad. Pedro Luis Ferrer, Yoani Sánchez, los Aldeanos, Gorki, Silvito el Libre, Angel Santiesteban, Frank Delgado, entre otros, figuran entre los autores y músicos indeseables en los circuitos de presentaciones o publicaciones estatales.
Toda prebenda tiene un diezmo político a no ser que se asuma una actitud abiertamente fidelista, pues ya no se necesita ni la filiación socialista, como la del pintor y escultor Kcho, la del escritor Miguel Barnet, la del trovador Silvio Rodríguez o la del compositor y director de orquesta Juan Formell, verdaderos relacionistas públicos de una dictadura en sus postrimerías.
Recientemente, la delegación oficial cubana que asistió al Providence Latin American Film Festival estuvo a un instante de cancelar su participación cuando la directora de relaciones internacionales del Instituto Cubano del Arte e Industrias Cinematográficas (ICAIC) supo que de Estados Unidos concurrirían cineastas del exilio como el director del notable cortometraje Model Town, Laimir Fano, además del realizador Rodrigo Lehtinen quien presentó un documental sobre los presos políticos en la isla Libre entre estas paredes.
La participación cubana la integraban el director y otros artistas del popular filme Los dioses rotos, llegados de La Habana, a quienes se unieron integrantes del reparto como Claudia Valdés, ahora residente en Miami y Héctor Noas, en España. Los funcionarios y miembros de la policía política que suelen acompañar estos grupos se mantuvieron expectantes, aguardando las supuestas provocaciones de los «apátridas'' que nunca se produjeron. Muy por el contrario, el recelo de los burócratas terminó en un ambiente desenfadado y de jarana, distante del rigor revolucionario.
Ya el propio festival había ignorado como potenciales invitados a otros directores exiliados como Orlando Rojas y Sergio Giral, cuyas obras figuraron en un programa especial de filmes traídos desde Cuba para la ocasión, del primero Una novia para David, y de Giral El otro Francisco.
En la misma tesitura de la insolidaridad y el miedo entre intelectuales y artistas de la isla, por estos días circula en internet, sobre todo en la blogosfera cubana, una supuesta carta del actor Luis Alberto García al director del diario oficial Granma, en respuesta a un artículo del periodista donde este, otra vez, vuelve a culpar al pueblo de casi toda la improcedencia del sistema.
Lo raro de esta circunstancia es que el actor, sobre el cual se ha especulado de una cierta cercanía a Raúl Castro en algún momento de su vida, no ha reclamado la autoría de la misiva, ni el resto de sus colegas ha oprimido siquiera una tecla para respaldarlo o tildarlo de traidor o libertino.
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