El muro de Chávez
En pleno siglo XXI, en un mundo en el cual cada día se borran más las fronteras nacionales por la globalización de los negocios, el intercambio comercial, el turismo; un mundo en el que personas, empresas, ONGs, medios de comunicación, se comunican directamente por la Internet, Hugo Chávez pretende un disparate: construir un muro entre Colombia y Venezuela.
Uno como la Cortina de Hierro que durante cuarenta años dividió a Europa. O el Muro de Berlín que por tres décadas separó al pueblo alemán.
Ha dicho el mandatario que su meta es llevar a cero el comercio entre los dos países. Que cerrará la frontera y que no cuenten con él para comisiones binacionales para enfrentar problemas comunes. En otras palabras, cero comercio, cero cooperación, cero Colombia.
La idea, por supuesto, es una locura. Cincuenta años atrás quizás otro la habría podido llevar a cabo como un exceso de un gobernante empeñado en imponer sus ideas. Pero a la larga, como ocurrió con estos muros y cortinas europeas, ese intento habría terminado en un fracaso porque nadie puede impedir la libertad del hombre y de los pueblos. Puede someterlos durante un tiempo con el poder del miedo y la arbitrariedad como ocurrió en Alemania, pero al final la fuerza colectiva por ser dignos y libres, rompe cualquier barrera por poderosa que parezca.
El muro que Chávez pretende construir hoy con Colombia solo existirá en su cabeza y en su discurso. La cuestión es sencilla. Hoy los dos socios comerciales más importantes de Venezuela son, en su orden, Estados Unidos y Colombia, precisamente los que tiene graduados de enemigos. Y son sus socios desde hace décadas y lo seguirán siendo por muchas más, con o sin Chávez en el poder. La hermandad de los pueblos es superior a sus gobernantes.
En Estados Unidos, en forma de crudo o gasolina, se vende más del 70% de petróleo que se produce en Venezuela. Y de Colombia, llegan al vecino país buena parte de los principales bienes de consumo de la canasta familiar de las familias venezolanas: alimentos, ropa, zapatos, entre otros.
¿Piensa Chávez traer carne, leche y huevos en avión desde Argentina y Brasil? Quizás lo ha pensado, pero es una locura. Y con Estados Unidos sucede lo mismo: a pesar de que insulta a sus gobernantes, cierra su embajada en Washington y expulsa diplomáticos estadounidenses de Caracas, a pesar de todo cuanto haga, año tras año, la economía de su país depende y dependerá del petróleo que vende en los mercados del coloso del norte.
La verdad es que en el mundo globalizado, los Presidentes de los países no son tan importantes como lo eran antes. Su poder, gracias al cielo, se neutraliza por la realidad de un mundo interconectado sin fronteras. Pero ojo: están lejos de ser tigres de papel. Hay que andar con cuidado. Debe prevalecer la diplomacia y la prudencia. No caer en provocaciones ni en intercambio de insultos. Cabeza fría y realismo, es lo que necesitamos en nuestras relaciones con Venezuela.
Y los empresarios deben abrir mercados en otras latitudes: Brasil, Centroamérica, Perú, Chile, Asia, China. Colombia tiene una dependencia alta de sus exportaciones hacia Estados Unidos, Venezuela y Ecuador, y eso debe modificarse como prioridad de nuestro comercio exterior.
Mientras Chávez construye su muro, que a la larga solo lo aislará a él y a su gobierno, nosotros atentos, lidiando con firmeza e inteligencia con sus amenazas, abriendo mercados en otros destinos, manteniendo el comercio, los negocios y la cooperación que se pueda. No podrá romper la hermandad centenaria que une a estas dos naciones.
- 4 de febrero, 2025
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