La propuesta totalitaria
El totalitario piensa que todos los demás sólo deben de pensar en él, verlo a él, escucharlo a él. Quiere encadenar con su figura a los televisores, con su voz a la radio, con su pensamiento al ciberespacio.
No le importa si se atraviesa para interrumpirle un Caracas-Magallanes a 80 por ciento del país que es caraquista o magallanero o la novela de turno de más sintonía a las amas de casa, quitándole a ambos su mayor esparcimiento. La señal libre ya no es libre, es la señal encadenada, ya que él cree ser el dueño absoluto del espectro electromagnético.
El Estado es el apodo que usa una y otra vez para evitar repetir su nombre o el yo infinitas veces. Si no ve su rostro en la pantalla de un canal, entonces ese canal es un conspirador.
Piensa en su paranoia que el cielo conspira cuando es azul porque debería ser rojo. No le molestan las cifras delictivas porque le encanta que las páginas de los periódicos se pongan rojas al aumentar el espacio informativo de los delitos. Piensa perseguir opositores en el cable que quiere cambiar por una cadena, es decir, que la gente pague para verlo si no lo quieren ver.
Si la Vinotinto fuera a un mundial de fútbol, entonces encadenaría hasta el satélite para que le escucharan porque si no lo hacen, entonces son subversivos, y él está llamado a defender la soberanía de su persona por encima de la de sus millones de compatriotas. La de él vale más que la suma de la que corresponde a cada uno de sus conciudadanos, porque su patriotismo que tiene en él al supremo interés, es mayor que el de los demás elevado a la n. No puede ser que haya un pitcher más popular que él, por eso tiene que pitchear en la pantalla más innings que el abridor en la Serie Mundial. Piensa que la gente debe estarle agradecida porque él sólo cumple con el deber de informar.
Anda pensando en serio en un proyecto de clonación periodística para que sólo él pueda ser la única figura y voz que dé las noticias, porque los comunicadores sociales le están robando el espectro electromagnético. Secretamente acaba de introducir en el Banco Central de su país un proyecto para que todos los billetes que se emitan lleven su figura como el prócer mayor.
Regala aviones, embarcaciones, municiones y cuanta cosa tiene por dueño al Estado porque ese es su apodo y todo lo que esté a nombre de su apodo entonces está a nombre de él.
Otra de las identidades que cree personificar como nadie es la palabra pueblo. El pueblo es su alter ego, su otro yo. Pueblo es su sobrenombre de confianza, pueblo es su identidad pública. Porque así como el Estado es él, el pueblo también es él. Nada que sea del pueblo puede dejar de ser de él. Por eso la propiedad privada del pueblo no es más que la propiedad privada de él, y como el también es el Estado, entonces la propiedad privada del pueblo y la oficial del Estado son lo mismo porque todo está a su nombre.
El personifica la Santa Trinidad del Poder.
El Dios pueblo es su personalidad padre.
El Dios Estado es su personalidad Espíritu Santo. Y él es el hijo. El hijo del pueblo, armado sí, porque el pueblo que es él tiene quien lo defienda.
Él mismo defendiéndose de su misma sombra empeñada en su magnicidio. Tiene tantas armas que hasta regala aquellas que sigue pagándole al imperio porque para eso sí hay real, no para los hospitales, las escuelas, el agua, la electricidad, la seguridad y los huecos.
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