Panorama político argentino
Como hemos expresado en anteriores oportunidades, el mayor problema argentino en la actualidad es la situación política. Tal presupuesto es casi una tautología pues la política es determinante de la economía y no viceversa como pareciera haber sido aceptado desde Marx en adelante. Lo dicho anteriormente no significa que no existan en la actualidad claros problemas económicos que se definen por sí mismos, algunos de las cuales derivan de la presente crisis mundial.
El problema político argentino deriva fundamentalmente de la ideología del presente gobierno, la cual se ha pretendido ignorar en función de su aparente naturaleza democrática. Pero como bien dijera Lord Acton: “El dogma de que el poder absoluto puede, por la hipótesis de su origen popular, ser tan legítimo como la libertad constitucional, comenzó a oscurecer el ambiente”. Esa situación se ha manifestado en la Argentina en distintas oportunidades tal como la primera presidencia de Perón, y es hoy más que evidente. Y esa situación lamentablemente tiene en la actualidad más visos constitucionales que populares. La visión constitucional del presente gobierno radica en la propia Constitución reformada de 1994, en la cual el inciso 19 del artículo 75, otorga tales poderes al Congreso que, en función del mismo se posibilita la violación de los derechos que garantiza la parte dogmática de la Constitución.
Los poderes otorgados por dicho artículo, significa que el Congreso tiene el poder y la obligación de hacer felices a los argentinos. Esta es la antítesis de la norma que determina la libertad individual que es el “derecho del hombre a la búsqueda de su propia felicidad”. Como bien dijera Von Hayek, cuando a la justicia se le añade social, significa la desaparición de la justicia y por ende se pierde el derecho de propiedad, que es la garantía de la generación de riqueza. Asimismo, en el mandato anterior incluso queda desdibujada la figura constitucional del federalismo.
Estos súper poderes pueden ser delegados al Ejecutivo en caso de emergencia pública. Esa delegación que ya dura en Argentina casi seis años, constituye la violación del artículo 29 de la Constitución que prohibe específicamente la delegación de poderes.
La violación de este artículo ha sido más que manifiesta durante el gobierno de los Kirchner. El problema surge entonces de la aparente ignorancia del role fundamental de la Corte Suprema para satisfacer el propósito constitucional de la limitación del poder político como garantía de la libertad.
Al respecto ya Adam Smith dijo: “En el progreso del despotismo la autoridad del Poder Ejecutivo gradualmente absorbe la de todos los otros poderes del Estado, y asume para sí mismo la administración de todas las ramas de la recaudación que está destinada a algún propósito público”. Es evidente que tal es la situación que se vive hoy La Argentina bajo el supuesto de la democracia, que tampoco políticamente es tal. Las posibilidades del fraude pueden ser múltiples ante un poder que tiene el carácter de absoluto y representa la ideología montonera de sus funcionarios y que no fuera otra que el marxismo-leninismo.
Si alguna duda quedara de esta realidad ideológica subyacente, esta ha sido nuevamente puesta de manifiesto por la reciente visita del Sr. Hugo Chávez, discípulo de Fidel Castro, creador del denominado socialismo del Siglo XXI. En Venezuela las necesidades se multiplican y el gobierno avanza sobre el sector privado y amenaza s la libertad de prensa. Esto último es otro aspecto que tampoco podemos descartar en la actualidad argentina. Si alguna duda cabía al respecto, ahí tenemos la Ley de medios, por la que se pretende sustituir presiones relativamente sutiles impuestas hasta la fecha.
Lamentablemente, la oposición si bien se manifiesta contra la evidente concepción imperante, y la corrupción que de ella se deriva tampoco es clara en la definición de un proyecto político conforme a la Constitución del 53, que llevara a la Argentina por las cimas de la historia. Su violación pertinaz durante los últimos setenta años, ha sido determinante de la decadencia que se vive en la actualidad. No obstante todo político con aspiraciones está lejos de reconocer el daño causado por el peronismo. Consecuentemente, figuras señeras de la historia argentina, tales como Alberdi y Sarmiento desaparecen ante la vigencia demagógica de la solidaridad de Perón y Evita.
No queremos reconocer que detrás de la supuesta solidaridad y los derechos del pueblo reconocidos hoy como derechos humanos, se esconde la sombra de la demagogia en la búsqueda del poder político. Y como nadie se atreve a reconocer la realidad de esta alternativa, vivimos en un mundo ya conocido por Trasimaco en Grecia cuando dijera respecto a la naturaleza del hombre: “Su naturaleza psicológica es simple”, él está para tomar todo lo que quiere y lo que quiere está estrechamente circunscripto. Poder y placer son su interés exclusivo. Para obtener lo que quiere este lobo tiene que usar la ropa de la oveja de los valores morales convencionales. Él los debe temer por el oído, antes que los tome por la garganta”.
Como vemos el procedimiento es conocido, y haber escapado de él ha sido la realización del milagro de la historia, que hoy no se reconoce en la Argentina. Así el proceso magnífico de la segunda mitad del siglo XIX es desconocido, pues aparece como el resultado de la existencia de la pampa húmeda, y descalificado políticamente por oligarca, y económicamente por dependiente.
La patraña de la solidaridad se ha apropiado de la supuesta ética política frente al egoísmo y la avaricia de los intereses privados. Se olvida como reconociera Alberdi en su discurso “La Omnipotencia del Estado”, “El egoísmo bien entendido de los ciudadanos es sólo un vicio para el egoísmo de los gobiernos que personifican a los estados”. Esta falacia ética aparece hoy ser extendida en el mundo como consecuencia de la crisis americana que ha sido aprovechada por la izquierda para definirla como el fin del capitalismo producto de la avaricia de los capitalistas.
Esa es la visión igualmente aprovechada por la Sra. Presidente quien así mismo se declaró hegeliana. Bien que haya leído o no a Hegel, no debemos olvidar que este propuso que el “Estado era la divina idea tal como se manifestara sobre la tierra”. Y esa es evidentemente la concepción política imperante y consecuentemente la violación pertinaz de los principios en que se sustenta la Constitución de 1853.
Por último, pero no menos importante es el enfrentamiento con el campo que continúa. Ese enfrentamiento ha provocado que Argentina tenga que importar carne y que no pueda exportar trigo. Es decir, ese sector ha sufrido directamente la violación de los derechos de propiedad a través de impuestos exorbitantes e inconstitucionales. Esa es la inseguridad jurídica que caracteriza la situación política presente, en función de la apariencia de la solidaridad y su consecuencia es la corrupción.
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