Salud, Berlín
En estos tiempos en que se proclaman tantas reverencias a revoluciones fallidas y a ideologías impúdicas, resulta imprescindible recordar el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín que marcó no solo el fin de un proyecto totalitario sino que se convirtió paralelamente en un símbolo de la lucha incansable del hombre por la libertad.
Como la memoria es en ocasiones ingrata, vale recordar la vergonzosa historia de ese muro que se empezó a construir entre el 12 y el 13 de agosto de 1961, como una decisión del Partido Socialista Unificado de Alemania que trataba de obtener el beneplácito de Moscú para imponer medidas totales de bloqueo entre Berlín Occidental y Berlín Oriental. De acuerdo a la propaganda fetichista de tales tiempos, el gobierno comunista alegó que el muro tenía el objetivo de “protección antifascista”, agregando que de esa manera se evitaba la infiltración, el espionaje y la agresión de los occidentales. Durante la existencia del muro, se dieron muchos intentos de fugas de berlineses que trataban de escaparse de la opresión del gobierno comunista; en el intento murieron 192 personas asesinadas por disparos realizados por los soldados de la Alemania Oriental. Son innumerables, y en algunas ocasiones casi de ficción, las historias que narran las fugas exitosas y aquellas otras que terminaron en tragedias y que representan el anhelo inclaudicable de los berlineses.
Vale la pena mencionar, aunque sea brevemente, lo que ocurrió en esa noche del 9 de noviembre de 1989 cuando miles de berlineses del Este, llenos de euforia y convicción, saltaron el muro de Berlín; todavía se recuerda la escena que se dio cuando se agrupó un muro humano, conformado básicamente por jóvenes que gesticulaban con los brazos con el emocionado grito “el muro se cayó”; en la madrugada del 10 de noviembre, la euforia no tenía limites, los berlineses orientales derribaron las rejas de acero y el lugar se convirtió en una verdadera fiesta popular, que se vio afirmada cuando el día 11 de noviembre, cerca de un millón de personas cruzó el muro a ambos lados. Era el sabor único de la libertad.
Veinte años después, la caída del muro de Berlín sigue siendo un hito único e inolvidable en la historia contemporánea. Pero más allá de eso, debe ser un referente obligado en momentos en que se proclama abiertamente y sin vergüenza, que no existió en el pasado un monstruo peor, una aberración más profunda que la larga noche neoliberal o que el capitalismo salvaje. Para ellos, para los desmemoriados, para los ilusos y por qué no decirlo, para los desprevenidos, nos queda la obligación de asistirlos con un pequeño suvenir berlinés: una piedra del Muro de Berlín en la cual se encuentre tallada la frase “Para que nadie olvide”. Salud, Berlín.
- 23 de julio, 2015
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