El Estado es de Kirchner, pero la calle es de los piqueteros
La Prensa, Buenos Aires
Néstor Kirchner perdió las elecciones, pero no perdió el poder. Sigue haciendo y deshaciendo en el Congreso a voluntad. Saca las leyes que quiere cuando quiere, ante la docilidad del peronismo que se encuadra sin chistar y la colaboración de las pequeñas facciones de "centroizquierda" que le siguen siendo funcionales.
Pero la oposición más efectiva no está en el parlamento -como supusieron ingenuamente la mayoría de los que concurrieron a votar en los comicios de renovación legislativa-, sino fuera del circuito institucional. Está en las organizaciones "sociales" que no reciben los mismos fondos generosos repartidos entre los piqueteros "K" o en el sindicalismo combativo que desbordó hace rato a las estructuras regimentadas del cegetismo.
Un pequeño grupo de dirigentes "decididos" le dobló el brazo al ex presidente después de interrumpir durante más de un día la avenida 9 de Julio y los delegados de los subterráneos, que no obedecen al gremialismo peronista, dejaron a pie a un millón de usuarios que maldijeron en todos los idiomas a la Casa Rosada el jueves último, mientras intentaban viajar como podían para cumplir con sus compromisos.
El daño político que estos grupos numéricamente ínfimos, pero fuera de control, le hacen a los Kirchner es enorme. Los acampantes en la 9 de Julio pusieron en evidencia que el plan de ayuda "universal" a los menores, anunciado con bombos y platillos por la presidenta Cristina Fernández poco días antes, era otra herramienta clientelar y terminaron por torcerle el brazo a las autoridades. Para sacarlos de la avenida debieron ceder a sus reclamos. La noche anterior se habían producidos enfrentamientos y un piquetero muerto significa un peligro que ni este ni cualquier gobierno está hoy en condiciones de afrontar. Todos recuerda lo que le ocurrió Eduardo Duhalde en la estación Avellaneda.
La oposición parainstitucional generó, además, una respuesta parainstitucional del gobierno. A los piqueteros que acampaban frente a Desarrollo Social los sacó el piquetero Pérsico. La ministra Alicia Kirchner se mantuvo al margen. Hace poco el grave conflicto creado por los trabajadores de Kraft lo tuvo que resolver Hugo Moyano, después del largo fracaso del ministro Tomada. Hay una suerte de gabinete paralelo con centro en Olivos para resolver los problemas ante los que el poder estatal se muestra impotente. El 2001 está menos lejos de lo que habitualmente se cree.
La efervescencia y el clima de anarquía que se siente en la calle se corresponde con un clima de "fin de ciclo" que se percibe entre la dirigencia política. A esto hay que añadir problemas graves e independientes de la tapa de los diarios que se nutren de todas las desventuras, desacieros y sospechas de corrupción generadas en forma cotidiana por la administración "K".
El principal de esos problemas es el fiscal. Según cálculos privados el gasto subió un 30% en lo que va de 2009 y el déficit superaría los 9 mil millones de pesos. El controvertido "inmpuestazo" tecnológico es menos una medida para promover la sustitución de importaciones brasileñas que un intento para sostener la recaudación. El "impuestazo" al monotributo tiene el mismo objetivo.
Se estima que el rojo fiscal de septiembre equivale al de todos los otros meses del año juntos. Lo que más alarma a los especialistas es que este cuadro no logra ser revertido a pesar de que se echa mano a los fondos del Anses desfinanciando el sistema jubilatorio y armando una verdadera bomba de tiempo.
El gasto que se usa para financiar la "paz social" crece a un ritmo incontenible, cuatro veces más rápido que los ingresos. No sólo hay que mantener tranquilos a los piqueteros oficialista y antioficialistas, sino también a Hugo Moyano que la semana última, mientras bloqueaba la salida de los diarios que molestan al gobierno, hizo doblete: consiguió poner uno de sus hombres en el control de mil millones de pesos para las obras sociales y el decreto que le abre el camino para que arme una ART.
A esto hay que sumar el nivel sideral de los subsidios que el gobierno no consigue bajar y gastos irracionales como el de Aerolíneas Argentinas o el de las trasmisiones de fútbol que son barriles sin fondo. Para salir del trance está buscando endeduarse, pero si esa "solución" funciona será transitoria e implicará un cambio sustancial del modelo fundado desde 2002 en el superávit, única garantía de gobernabilidad.
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