Del Muro de la realidad a la utopía
El 9 de noviembre se cumplen 20 años de la caída del Muro de Berlín y de la consiguiente implosión del Imperio Soviético. Recuerdo que en aquella oportunidad la revista The Economist publicó un artículo cuya conclusión fuera que la caída del Muro representaba la verdadera división de Alemania. Más recientemente el ex Canciller Helmut Kohl expresó: “ Los alemanes no tenemos muchas cosas en nuestra historia de las que nos sintamos orgullosos”. Pero independientemente de estas realidades históricas, no puede menos que alegrar el fin del régimen más criminal que haya sufrido la humanidad.
Lamentablemente, no obstante, es un hecho indubitable que la caída del Muro no ha significado, como predijera Fukuyama, el triunfo de la democracia liberal ni en el mundo ni en la Unión Europea en particular. Por el contrario es un hecho evidente que la desaparición de la realidad criminal del régimen comunista, solo permitió el reverdecimiento de la ilusión de la utopía socialista que hoy abruma a la Unión Europea, y amenaza a nuestro continente de manso de Castro y Chávez. Debe reconocerse que es la evidente inviabilidad del llamado sistema de bienestar, que la Unión Europea padece la crisis económica actual, y no como pretendiera la Sra. Merkel por culpa de los avariciosos banqueros americanos.
Podemos decir entonces que la caída del Muro de Berlín ha significado el triunfo de Eduard Bernstein sobre Kart Marx y Adam Smitth. Fue Bernstein quien en su obra “Las Precondiciones del Socialismo”, publicada en 1899, desmitificara las predicciones de la dialéctica marxista sobre la revolución y la dictadura del proletariado como prolegómenos del fin de la historia. Asimismo confundió el sistema liberal imperante y al respecto dijo: “El socialismo es el heredero legítimo del liberalismo; no hay un solo pensamiento liberal que no pertenezca a los elementos de las ideas socialistas.” Si bien la crítica a Marx es indiscutible y la caída del Muro es su prueba manifiesta, su apreciación del liberalismo respecto al socialismo es un equívoco ético y político incontrastable.
En primer lugar el liberalismo parte de la inmutabilidad de la naturaleza humana (Hume) y el socialismo por el contrario supone la creación del hombre nuevo (Rousseau). En consecuencia el liberalismo reconoce el derecho del hombre a la búsqueda de su propia felicidad, que entraña el reconocimiento ético de los intereses particulares, no contrarios per se a los intereses generales. El socialismo por el contrario podría decir que reconoce el derecho del hombre a que la sociedad o el Estado le otorgue la felicidad, pues los intereses particulares son contrarios al interés general y por consiguiente no éticos.
El resultado de esta contradicción ético filosófica tiene un efecto político que es que en tanto que el sistema liberal promueve la limitación del poder político, pues los hombres no son ángeles, el resultado de la propuesta socialista es como reconociera Tocqueville la concentración del poder. La consecuencia es el desconocimiento de los derechos individuales y la inseguridad jurídica que conlleva, es la razón de ser de la pobreza, que supuestamente se quiere superar. En términos marxistas, solo hay libertad donde se ha superado la escasez. Que le pregunten a los rusos y al Europa Oriental y más recientemente a los cubanos como se superó la escasez.
Debo aclarar que en todo momento me he referido al liberalismo como la oposición al socialismo, y no al capitalismo. El capitalismo fue la denominación que le dio Marx al único sistema que había creado riqueza en la historia para descalificarlo éticamente conforme a la teoría de la explotación, basada en la falacia de la teoría del valor trabajo. El sistema liberal no es un proyecto económico, sino político, sustentado en presupuestos antropológicos y éticos antitéticos a los del socialismo. Desafortunadamente la social democracia parece ser reconocida hoy como el paradigma de la virtud política. Tanto así que Thomas Sowell dice que la izquierda se ha apropiado de la ética y el que no está de acuerdo con ella, no solo está equivocado sino que es un pecador(SIC) Ya en 1977 Raymond Aron escribió: “Europa hipnotizada por el marxismo”. La social democracia algunas veces denominada democristiana es el marxismo ahornado por Bernstein, sufragio universal mediante como sustituto de la revolución y la dictadura del proletariado. Así en la obra citada sostiene”: En una democracia organizada de acuerdo a las ideas verdaderas de la soberanía del pueblo, esto es de acuerdo a los principios fundamentales del derecho de representación, cualquiera acción opresiva y corrupta de la autoridad sobre la nación es imposible”. En esa aseveración tenemos manifiesto el concepto de la soberanía de Rousseau, del poder supremo de Kant y del Estado de Hegel.
Al respecto de la social democracia europea, y dejando de lado las versiones del realismo mágico latinoamericano vale recordar las palabras de Paul Jonson publicada en julio del 2005. “No se puede negar que Europa como entidad está enferma y que en la Unión Europea reina el desorden”. Y refiriéndose al pensamiento de Jean Monnet dice: “De hecho durante una generación la Unión Europea ha avanzado en la dirección opuesta y creado un monstruo totalitario propio que literalmente expele normativas por millones e invade cada rincón de la vida económica y social. Las consecuencias han sido terribles, una inmensa burocracia en Bruselas”. Y por último señala que el desempleo crónico ha causado una ira depresiva cuya expresión es el antisemitismo y el antiamericanismo.(SIC)
El 26 de Julio de ese mismo año Ralf Dahrendorf escribió refiriéndose a la desesperación cultural europea: El capitalismo puro y la globalización evocan imágenes horribles…la repugnancia hacia la economía liberal y los mercados globales no se limita a Alemania. De hecho el tan aclamado modelo social (Estado de bienestar) es más un sueño que una realidad, el sueño de un mundo acogedores el que un estado benévolo lo cuida” Así estamos en el mundo de Rousseau habitado por el hombre nuevo. Como una prueba más de esa tendencia en un artículo del año 2008 Stephan Theil dice: Tanto las escuelas de Francia como las de Alemania por ejemplo han colaborado para arraigar una seria aversión al capitalismo. El capitalismo mismo es descrito como brutal, salvaje y americano.
La situación es más preocupante aun, si consideramos que aparentemente la política del presidente Obama, muestra que ha olvidado el principio liminar de la democracia americana es que las mayorías no pueden violar los derechos de las minorías. Su política respecto a la situación en Honduras muestra que ignora el “rule of law” en nombre del “majority rule”. Así declara golpistas a quienes intentan evitar que su país caiga bajo la férula Castro-Chávez.
Por último es evidente que en América Latina Lenin está presente en su ensayo “Imperialismo Etapa Superior del Capitalismo.” El antiimperialismo pareciera ser condición sine qua non para el acceso al poder en cualquiera de nuestros países. La confusión reinante respecto a los derechos humanos que ignoran el derecho del hombre a la búsqueda de su propia felicidad en nombre del derecho a que el gobierno benevolentemente se la conceda, significa la ausencia de seguridad jurídica y por supuesto la tendencia al poder absoluto en nombre del pueblo. En fin celebremos con entusiasmo el símbolo de la libertad que entraña la caída del Muro de Berlín, pero sepamos que el panorama no es alentador, y por tanto la lucha por la libertad que es el respeto por los derechos individuales y los límites al poder de las mayorías, es una constante y un deber inevitable.
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