¿Por qué la libertad?
El Periódico, Guatemala
La próxima semana, el Centro de Estudios Económico Sociales (CEES) cumplirá medio siglo de haber sido fundado. Han pasado 50 años desde que un pequeño grupo de jóvenes empresarios, liderados por el ingeniero Manuel Ayau, decidieron iniciar un centro de investigación (‘think tank’) sobre las causas que hacen que unas sociedades sean más prósperas en lo social y en lo económico que otras.
Apenas habían pasado 14 años desde el final de la Segunda Guerra Mundial y el mundo se estaba polarizando, por un lado los que apostaban al respeto a los derechos individuales y a las iniciativas personales, y por otro lado, los que se estaban adhiriendo al proyecto soviético de planificación central.
Mao tenía diez años de dirigir China, y el poder de convencimiento, gracias a la fuerza, de los proyectos socialistas ya iba encaminado a ser el mayor genocidio del siglo XX.
Este grupo de empresarios con inquietud intelectual, fue referido a un tanque de pensamiento similar en México, en donde fueron introducidos a las teorías socioeconómicas de la Escuela Austriaca y de la Escuela de Chicago.
El siguiente paso fue el participar en las sesiones de la sociedad liberal clásica Mont Pelerin, en donde compartieron grandes vivencias intelectuales con Friedrich Hayek y con Milton Friedman –más de una década antes de recibir el Premio Nobel de Economía respectivo– y con muchos otros exponentes del liberalismo, quienes apoyaron la iniciativa chapina con entusiasmo.
Jugó papel importante la Foundation for Economic Education, institución especializada en la enseñanza de las teorías económicas que han demostrado consistencia en la actualidad.
Actualmente ustedes pueden visitar la página www.cees.org.gt con el fin de acceder a múltiples publicaciones sobre temas socioeconómicos.
Una docena de años más tarde, varios miembros del grupo fundador constituyeron la Universidad Francisco Marroquín (UFM), pero eso es tema para otro aniversario.
Tenía el CEES 30 años cuando el símbolo de lo que dividía al mundo, cayó, y nos permitió observar la gran estafa que era la dictadura socialista y su sistema de planificación central.
En efecto, esta semana también estamos celebrando la caída del Muro de Berlín, parte importante de la Cortina de Hierro, y la puesta en evidencia de la imposibilidad antropológica y económica del socialismo.
Unas semanas más tarde, la Unión Soviética terminaba su existencia, y Europa Oriental iniciaba el camino de la recuperación, por la vía de la democracia y el mercado.
La caída del muro es el símbolo del final del genocidio socialista –más de 100 millones de muertes en los 72 años que duró este nefasto experimento– y del final de la depauperación sistemática de más de la mitad de la población mundial.
Hace 20 años que cayó el muro, y para entonces China ya tenía 10 años de enmendar la ruta en el plano económico, sacando de la pobreza a más de 300 millones de habitantes; los países de Europa Oriental, en mayor o menor grado, han adoptado las políticas económicas de sus vecinos del oeste con excelentes resultados.
El crecimiento económico y el desarrollo social de los países, que o no estuvieron tras el muro, o ya superaron esa triste etapa de su historia, no ha tenido igual en los últimos 2 siglos de la historia humana. ¿Por qué la mayoría de Latinoamérica vive todavía tras un muro que fue derribado hace 20 años?
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