Ingenuos e inoperantes
SALAMANCA. Creo que para lograr una definición más precisa del eslogan “socialismo del siglo XXI” habría que agregarle una sola palabra que no es “ni bolivariano“, ni “chavista“, ni “marxista”. A raíz de la declaración de guerra que hizo el presidente bolivariano Hugo Chávez el domingo anterior desde su programa de televisión “Aló, presidente“, lo justo es que sea: “socialismo psiquiátrico del siglo XXI”. Por eso hay que temerle mucho más.
El hecho de que Colombia le haya dado permiso a Estados Unidos para que sus aviones militares operen en bases militares suyas, lo tiene a mal traer al líder bolivariano. La amenaza que ve en este hecho le produce más miedo que el que habrá sentido Damocles cuando se percató de que Dionisio II, tirano de Siracusa, había colgado una espada sobre su cabeza de una sola crin de caballo. Este apoyo que le da Estados Unidos a Colombia para luchar contra el narcotráfico y las FARC, pone en serio peligro el corredor que se ha creado en territorio venezolano por donde sale la droga que se produce en Colombia y entran las armas que utiliza el grupo criminal al que Chávez quiere que se le considere como “insurgente”.
Sus amenazas se han vuelto tan demenciales que Venezuela ha puesto quince mil hombres en la frontera con Colombia, especialmente en el estado de Táchira. Los colombianos le respondieron a su manera: al otro lado del puente que une los dos países, solo se ven dos inspectores de aduana, vestidos de civil.
No hay que bajar la guardia. Cualquier día de estos se despierta más exaltado que de costumbre y puede provocar una matanza de mucha gente inocente. El Tribunal de La Haya para Crímenes de Guerra podrá castigar a los culpables, pero no podrá devolver la vida a las víctimas. Hay que mirar continuamente hacia atrás, no para empantanarnos en episodios que ya pasaron y que no podemos transformar, sino para obtener las enseñanzas necesarias y no repetir los mismos errores.
Hitler en 1938 firmó tratados de paz con todos sus vecinos. Incluso llegó a hacerlo con Neville Chamberlain, primer ministro inglés; Edouard Daladier, primer ministro francés; y Benito Mussolini, “duce” de Italia. Conocido como el Tratado de Munich (30 de septiembre de 1938), no fue ningún impedimento para que un año más tarde las tropas de Hitler avanzaran hacia aquellos países del este por donde deseaba expandirse. Si bien repitió hasta el cansancio “no nos interesan los checos”, se valió de artimañas para que el país cayera sin disparar un solo tiro al igual que Austria. Mientras firmaba un tratado de paz con Polonia, firmaba secretamente otro con la Unión Soviética para determinar cómo se repartirían aquel país apenas lo invadieran. Así sucedió el 1 de septiembre de 1939. La actitud pasiva con que Francia y el Reino Unido contemplaron los excesos de Hitler, del mismo modo que ignoraron la Guerra Civil Española que estaba luchando por su libertad contra el fascismo, permitió que se desembocara en la peor tragedia del siglo XX. El 2% de la población mundial de aquel entonces murió a causa de la guerra. Es decir: 60 millones de personas, la mayoría civiles. Un comentarista de la época decía que “un tratado de paz con Hitler era recibir el beso de la muerte”.
No me fui por las ramas. Estoy muy bien aferrado al tronco. Quería refrescar la memoria para analizar de nuevo la facilidad, la rapidez, la superficialidad y, sobre todo, la irresponsabilidad con que se aceptaron las explicaciones de los ministros de Relaciones Exteriores y de Guerra de Bolivia ante las preocupaciones que el canciller paraguayo les expuso por la forma llamativa en que Bolivia está armando a su ejército. ¿Tenemos que creerles tanto a Chávez, como a Evo Morales, Rafael Correa o Daniel Ortega que se preparan para llevarle la guerra al “Imperio”? El primer gesto que ha hecho Chávez no es precisamente este. Además tengo mis serias dudas que quiera llevarle la guerra al país que dice despreciar tanto pero que es el mayor comprador de su petróleo. Cuando al comienzo decía que debemos llamar a su movimiento el “socialismo psiquiátrico del siglo XXI” no se trata de una banal ironía, sino un toque de atención porque es evidente que no estamos en manos ni buenas ni seguras. A estos “socialistas psiquiátricos” les tiembla el dedo de deseos de apretar el gatillo.
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