No se engañe: con menos caja, el conflicto es por plata
La semana que terminó estuvo caracterizada por un clima social complejo. No es algo nuevo de la historia reciente, y no tan reciente, de la Argentina. En todo caso, lo vivido en los últimos días sirvió como pequeño resumen ilustrado de un voluminoso manual de desencuentros. <>Las causas que nos han llevado a este escenario son múltiples y profundas y exceden no sólo las líneas que tengo aquí disponibles para comunicarme con el amable lector o la gentil lectora, sino, obviamente, mi propia capacidad intelectual.
Quiero, por lo tanto, sólo dejar planteadas algunas reflexiones.
Primero, una cuestión “estructural” de las sociedades modernas. Siempre cito a Julián Marías cuando planteaba que “en las sociedades antiguas se decía lo que pasaba y en las modernas, sólo pasa lo que se dice”. Puesto en otros términos, aquello de lo que no se habla, no pasa. Y aquello que no pasa, no merece ser solucionado.
Y éste es un “mal” global. Es una característica de la época.
Pero si para lograr solucionar mi problema, necesito que se hable de él y mucho, y tengo que competir no ya con dos o tres temas alternativos, sino, gracias a la globalización, a Internet, a la proliferación de medios de comunicación, a millones y millones de mensajes de textos, mail, etc., con miles de temas de igual o mayor urgencia o importancia, necesito, imperiosamente, llamar la atención. Cuanto más “ruido” haga, cuanta más “molestia”, cuanto más espacio consigo en la virtualidad de la información, mayor la probabilidad de que alguien haga algo por mi problema.
Si, además, siento que ni la política me representa, ni la Justicia actúa con celeridad y eficiencia, y que los funcionarios carecen de capacidad de gestión, mi necesidad de llamar la atención aumenta todavía más.
Y, si del otro lado, no quieren o no pueden solucionar el problema, la táctica es “taparlo” con otra discusión, con otro tema, con otro ruido, llamando más la atención, distrayendo, desplazando la noticia. Los problemas, entonces, o se tratan de solucionar, o se tratan de hacer “olvidar” desplazados por otros. Insisto, este es un fenómeno global, con el que tendremos que convivir. Se vive en las calles de París, en las de Seúl, o en las de San Pablo.
Obviamente, en una sociedad con baja calidad institucional, sin reglas, sin representación, sin liderazgos respetados, como la nuestra, este fenómeno se exacerba y se amplifica. En sociedades donde las instituciones funcionan, las reglas son claras y cumplidas por todos y no optativas, y los liderazgos son representativos y eficientes, los conflictos, en general, se discuten de otra manera, y los exabruptos son las excepciones.
Aclarado este tema general que, insito, está para quedarse y obliga a replantear, aquí y en el mundo, “reglas de convivencia” diferentes, y discutir hasta dónde se puede “llamar la atención” y dónde está el límite, agrego una reflexión.
El kircherismo construyó su liderazgo destruyendo lo que quedaba de las instituciones y las reglas (con mucha complicidad de los que ahora se rasgan las vestiduras) y muy intensivo en “caja”. Caja que ha tenido mucho dinero, durante mucho tiempo. Cuando este dinero empezó a faltar, porque el “modelo” obliga a gastar cada vez más para mantener el poder (¿quién es rehén de quién si para seguir en el poder Kirchner tiene que dar cada vez más?), primero, se aumentó la presión fiscal a niveles récord. Después se intentó, sin éxito, apropiarse todavía más de los ingresos del sector agrícola. Y, finalmente, se logró expropiar los fondos de pensión. Pero aun así, con la recesión de este año y la presión de todos los “clientes” de este negocio, la caja no alcanza para todos. Y como no alcanza para todos, hay que empezar a “racionar”. El conflicto de estos días, al final del día, “es por plata”. Es cierto que hay luchas de poder y posicionamiento con vistas a un futuro sin Kirchner, pero, con otra situación fiscal, otro sería el problema.
En síntesis, a un fenómeno global y estructural, se le suma, en la Argentina, la ausencia de instituciones y un modelo intensivo en caja que se quedó sin plata. Ello implica búsqueda de financiamiento a toda costa. Sea con crédito. Sea con impuestos. Sea con inflación. Sea con expropiaciones. A mejor escenario internacional, mayor recuperación local y menor necesidad de estos instrumentos.
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