Una imagen puede ser engañosa

El siglo XX tuvo 100 años de magnitud. Rebosó de bárbaros combatiendo credos, guerras que abarcaron continentes, y un periodismo gráfico que asaltaba a una audiencia mundial con escenas de sorprendente cercanía. La Guerra Civil Española, aunque reducida en términos de la cifra de combatientes, fue quizá el conflicto emblemático del siglo. Como ensayo de la Segunda Guerra Mundial, la agonía de España se convirtió en una lucha de poderes entre fascismo y comunismo, con la democracia aplastada en medio. Y por primera vez quizá, las imágenes completaban y en ocasiones suplantaban a las palabras como principales creadores de opinión acerca de un conflicto.
Según Robert Hughes, autor de “El impacto de lo nuevo” (1980), durante la carnicería pulverizadora de naciones y trituradora de culturas que fue la Primera Guerra Mundial, ninguna fotografía de un soldado muerto fue publicada en un rotativo alemán, francés o inglés. Sin embargo, el número del 23 de septiembre de 1936 de la revista francesa Vu publicaba (como haría la revista Life 10 meses después) la que fue tal vez la fotografía icónica del siglo – “Falling Soldier”. Fue tomada por, y lanzó la notable carrera de, un refugiado húngaro del fascismo de 22 años de edad, el fotógrafo Robert Capa.
Supuestamente muestra una única figura, un leal – es decir, anti-fascista – en el instante de la muerte de un tiro disparado por uno de los soldados de Franco. El soldado cae de espaldas sobre una colina, brazos extendidos, fusil arrojado desde su mano derecha. Fue, sin lugar a dudas, el impresionante testimonio del poder sensibilizador y elaborador de historias y de la verdad de la fotografía, la exactitud indiscutible de la cámara, su representación irreductiblemente factual de la realidad, su refutación del pesimismo epistemológico del logro de la certeza basada en lo que nuestros ojos nos dicen.
Probablemente no. Una disputa que ha surgido de manera intermitente durante más de 30 años ha sido avivada de nuevo, y puede que cerrada, por un profesor español que ha establecido que la fotografía no pudo haberse tomado cuando y donde presuntamente fue tomada – el 5 de septiembre de 1936, cerca del Cerro Muriano.
La fotografía fue tomada a 60 kilómetros de aquí. El lugar exacto se ha determinado identificando la cordillera de montañas en el horizonte de la fotografía. El profesor dice que no hubo combates cerca de allí en aquel momento, y concluye que Capa hizo un montaje.
¿Podría ser una explicación alternativa que un único francotirador fascista hiciera el disparo mortal mientras unos cuantos leales descansaban? No. Lo que antes se pensaba que era la sangre brotando del cráneo del soldado es en realidad una borla de su gorra. Y Capa dijo en varias ocasiones que el soldado fue abatido por fuego de ametralladora. En una foto un poco menos dramática caída de otro soldado caído, tomada por Capa alrededor de la misma época – la configuración nubosa es la misma que en “Falling Soldier” – el soldado cae en el mismo lugar.
En 1995 la controversia pareció quedar resuelta a favor de Capa cuando el soldado caído fue supuestamente identificado como Federico Borrell García, un miliciano anarquista. Sin embargo, un documental español de 2007 incluyó un relato por escrito de un testigo de la muerte de Borrell a muchos kilómetros de distancia, detrás de un árbol. No hay árboles en las muchas fotos que hizo Capa cuando captó “Falling Soldier”.
Los profesionales de frialdad analítica del Centro Internacional de Fotografía en el centro de Manhattan, que contiene los archivos Capa, son encomiablemente desapasionados en la polémica de “Falling Soldier”. También evitan jardines posmodernos tales como: Todas las fotografías son invenciones manipuladoras porque el fotógrafo elige orientar la cámara a un punto y no a otro, y, de todos modos, “Falling Soldier” es “básicamente” veraz porque ilustra la “verdad fundamental” de la guerra.
Capa fue un hombre de izquierdas y “Falling Soldier” contribuyó a alarmar al mundo con el fascismo rampante. Pero las intenciones nobles no validan las manipulaciones. Richard Whelan, biógrafo de Capa, llama “trivializar” a insistir en saber si realmente esta foto muestra a un soldado herido de muerte. Whelan dice que “la grandeza de la imagen estriba en realidad en sus implicaciones simbólicas, no en su exactitud literal.”
Basura. La grandeza de una fotografía se esfuma en el momento en que su veracidad es ficticia. Sostener lo contrario es apoyar la duplicidad elitista – y trivializar a Capa, que vio a un exceso de guerras del siglo XX y ni se estremeció por sus horrores ni se retiró a una indiferencia tipo “Yo soy una cámara”. Como advertencia de la falsificación con buenas intenciones de la historia, “Falling Soldier” es importante porque Capa probablemente inventó la realidad para satisfacer lo que llamó “la fotografía comprometida.” Pero esto también es importante:
Había la integridad del valor constante en la vida de Capa, que era una carrera precipitada hacia el peligro. Llegó a la Playa de Omaha con los primeros soldados la madrugada del 6 de junio de 1944, y sólo tenía 40 años cuando, en 1954, en retirada con las tropas francesas en Vietnam, pisó una mina terrestre.
© 2009, Washington Post Writers Group
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