Mi libertad vale mi vida
No son mis enemigos aquellos que piensan y hablan diferente de como yo pienso y hablo. A ellos los considero mis opuestos complementarios, mis contradictores, mis contendores, con quienes en muchas ocasiones inclusive he podido disfrutar debatiendo y recibiendo sus luces para corregir mis errores o reafirmarme en mis convicciones.
Cuán bueno y cuán delicioso es platicar en armonía. Y que enriquecedor es razonar, discutir y debatir con inteligencia e inteligentes; con hombres libres y de buenas costumbres; con nobleza y altura, despojados de ambiciones perversas, intransigencias, odios, resentimientos, envidias, dogmas y doctrinas.
Mis enemigos no son de derecha, izquierda, centro izquierda, centro derecha o centro centro; tampoco lo son los creyentes en Dios ni los ateos. Seguramente, en algún momento todos y cada uno de ellos podrían ser mis contrarios, pues, la verdad es que, yo, soy nadie. No califico para ninguna de esas categorías o denominaciones; no tengo afiliación alguna, ni etiqueta, ni guarida perpetua.
Mis más grandes enemigos sempiternos si son, en cambio, todos aquellos que pretendan impedirme que piense y hable lo que yo pienso, y que encarcelan y asesinan a los que piensan y hablan lo que piensan; aquellos que coartan las vocaciones e iniciativas individuales, las libertades y derechos. Por supuesto, también lo son sus aduladores, cómplices y encubridores.
A mis contrarios los respeto y a muchos de ellos hasta los estimo y distingo en alto grado. A mis enemigos los combato frontalmente y con firmeza, hoy y siempre. Con más ímpetu, insistencia y perseverancia a los tiranos y tiranuelos, a los inquisidores del siglo XXI, a los nuevos nazis y torquemadas de la tierra. Y con la misma inflexibilidad a sus lacayos testaferros devoradores de sobornos.
La paz y la riqueza no comprarían mi libertad. Mi libertad vale mucho más: ¡vale mi vida!… ¿Cuánto vale la tuya?
- 28 de marzo, 2016
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