Chile-Perú: más allá del espionaje
(Puede verse también Diferencias Chile-Perú: el eterno retorno)
Más que comentado y exacerbado (por lado y lado), ha sido el episodio del supuesto espionaje realizado por un suboficial de las Fuerza Aérea del Perú. Respaldado por la entrega oficial de documentos y pruebas a Chile, no hay una doble interpretación a lo que ha ocurrido: esta nueva crisis ha cerrado un largo período de desencuentros y desavenencias mutuas.
De esta forma, se abren tres puntos necesarios de considerar. Primero, la forma en que durante los últimos años se han conducido las relaciones bilaterales entre Chile y Perú, ha demostrado ser errada.
Segundo, el posible impacto económico que esta nueva coyuntura pueda tener en el ritmo del intercambio económico experimentado por ambas naciones. Chile ha transformado al Perú -con US$7.200 millones invertidos en casi dos décadas- en su tercer socio de inversión directa extranjera. Mientras que el Perú, con US$2.500 millones, ha proyectado una tendencia que podría, en los próximos años, llegar a los US$5.000 millones.
Al respecto, el canciller de Perú, García Belaúnde, sostuvo que quizás -si Chile no sanciona a los supuestos culpables- haya que “revisar las relaciones”, lo que fue reforzado con la idea de revisar el Tratado de Libre Comercio promovida por un grupo de legisladores peruanos. El canciller de Chile, Mariano Fernández, por su parte, replicó que esto tendrá un efecto negativo en el intercambio comercial, afectando principalmente al país andino.
Tercero, se ha profundizado la discusión sobre el proceso de modernización del arsenal militar chileno. En un claro contexto en que los países de la región (Brasil, Venezuela, Colombia, Ecuador y Bolivia) están comprando y renovando su equipamientos, lo hecho por Chile ha impulsado a Perú a sostener que se está en presencia de una carrera armamentista. A este respecto, si bien el proceso ha sido transparente e informado, y ha estado -hasta ahora- enmarcado en una línea de renovación y modernización del material bélico chileno, no es menos cierto que el poderío alcanzado por Chile (dada la imposibilidad del país vecino por seguir el paso) ha generado, a ojos de expertos, un desequilibrio en el principio de disuasión. Efectivamente, se asume que, si bien Perú posee una mayor cantidad de equipos, el material que Chile ha adquirido (de menor cuantía, pero mejor en tecnología y eficiencia) le da una clara superioridad militar.
No cabe duda, entonces, que la tensión de este nuevo impasse plantea dos posibilidades. La primera es negativa. Una vez superado este incidente, será casi imposible para ambos Estados sostener en el tiempo (hasta que La Haya se pronuncie) la idea de la “agenda inteligente”. Es decir, parece inconsistente la posibilidad de conservar un estilo de relación bilateral donde se mantengan las tensiones derivadas de la demanda marítima por una vereda y, por la otra, se manejen los aspectos políticos y económicos. Así, se compruebe o no el espionaje y enmarcado por el daño causado a las relaciones bilaterales, ambos países se verán en la obligación de redefinir esta idea y desarrollar una forma más realista.
La segunda, dependiendo de la manera en que ambos gobiernos manejen esta última tensión, podría llegar a ser positiva. El tema de los espionajes no es nuevo y seguirá siendo practicado en tiempos de paz, incertidumbre o crisis. Sin embargo, este nuevo desencuentro puede llegar a transformase en un buen momento para insistir en la necesidad de avanzar en la implementación de una clara política regional sobre Medidas de Fomento de Confianza y Seguridad Mutua.
Claramente, desligándose de la propuesta de un pacto de no agresión, el cual está amparado en el inciso cuarto del artículo segundo de La Carta de las Naciones Unidas, la idea -parafraseando a Schelling- es presentar una plataforma -transformándose en un mecanismo de reaseguro- para la creación y consolidación de la confianza. El objetivo es que, incluso los menos partidarios de la cooperación, tengan el objetivo de apoyarlas, por cuanto éstas pueden revelar las verdaderas acciones e intensiones del otro, sean o no de buena voluntad.
Chile y Perú viven un complicado momento, y éste se intensificará en la medida que la demanda marítima siga su cause. De esta manera, el problema es que en ambas naciones el arbitraje de La Haya se ha posicionado en sus agendas políticas. Para Perú, una demanda que no debería haber promovido; y para Chile, una que no debería haber aceptado y que podría, en el transcurso de su desarrollo, desahuciar.
* PhD del Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand; Master of Arts en Economía Política Internacional en la Universidad de Tsukuba, Japón; Master of Arts en Estudios Internacionales del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, y Periodista y Licenciado en Ciencias de la Comunicación de la Escuela de Periodismo de la Universidad Diego Portales, Chile. Actualmente dirige el programa de Seguridad y Ciudadanía en Flacso-Chile.
- 23 de enero, 2009
- 11 de marzo, 2025
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