Mitos informativos de actualidad
Vivimos inmersos en una atmósfera altamente contaminada de mentiras. Y lo peor de ello es que mucha gente prefiere vivir así, creyendo en mentiras, algunas tan desarrolladas que adquieren la categoría de verdaderos mitos. Por supuesto no son mitos como los que dieron base, energía y excelencia a las culturas antiguas. Los dioses, por ejemplo, de la Grecia o la Roma clásicas, eran producto de la imaginación pero eran aspiraciones hacia lo perfecto, lo divino, lo eterno. Se hicieron realidad en el espíritu y las costumbres de aquellos hombres y sirvieron muy bien como base para el arte, para una serie de virtudes morales y como impulso hacia el heroísmo y la excelencia humana.
Los de ahora son muy diferentes. Son productos del marketing de fuerzas negativas que aspiran al dominio mundial. El mito de Marx se vino abajo en Europa con la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética. Pero en Hispanoamérica persiste en las aspiraciones de mentes subdesarrolladas. El mito de Mao, en China sólo es un elemento político decorativo. Allí nadie cree ya en Mao ni en sus ideas fracasadas. Sin embargo la directora de comunicaciones de la Casa Blanca compara a Mao con la Madre Teresa de Calcuta (¿¡!?) y después se queda tan fresca.
El mito de un Che Guevara, mártir de la justicia social, persiste en mucha gente que no es marxista, desconociendo su verdadera personalidad, bien reflejada en sus palabras: "No soy Cristo ni un filántropo, soy todo lo contrario de un Cristo. Lucho por las cosas en las que creo con todas las armas de que dispongo y trato de dejar muerto al otro para que no me claven en ninguna cruz o en ninguna otra cosa. (…) El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal. (…) El camino pacífico está eliminado y la violencia es inevitable. Para lograr regímenes socialistas habrán de correr ríos de sangre y debe continuarse la ruta de la liberación, aunque sea a costa de millones de víctimas atómicas". Y sin embargo la efigie del Che adornó alguno de los despachos de la campaña de Obama a la presidencia. Y todavía adornan los sueños ilusorios de burgueses que poco tienen de heroicos o de altruistas.
Si pasamos a otros mitos sangrientos, más globalizantes, están, por ejemplo, los derechos reproductivos difundidos por el Fondo de Población. Que los frutos de esa campaña coercitiva, sean millones de pequeños seres humanos asesinados, millones de infecciones de transmisión sexual y millones de jóvenes sumidos en la degradación moral y la desorientación vital más espantosas, no impide que su propaganda siga encontrando amplios espacios en los medios informativos y sus funcionarios sigan siendo recibidos como si fueran personas honorables y benéficas, cuando deberían haber sido juzgadas ya hace años atrás por sus crímenes contra los derechos humanos.
Pero el Tribunal de Estrasburgo creado para defender esos derechos, no condena a ese Fondo. En cambio se afana para que se quiten los crucifijos de las escuelas públicas de Italia alegando que eso "viola la libertad religiosa de los alumnos". Un vicepresidente del Parlamento Europeo lo calificó de "ejemplo clásico de imposición laicista dirigida a aislar a la religión, en especial a la cristiana, en un gueto". Y un ministro del gobierno italiano expresó certeramente que "esa Corte ha decidido que los crucifijos ofenden la sensibilidad de los no cristianos. Quien ofende los sentimientos de los pueblos europeos nacidos del cristianismo es sin duda esa Corte". Aquí se trata del mito de la tolerancia entendido al estilo del laicismo furibundo: lo religioso es peligroso y puede ofender; el ateísmo, la violencia o la pornografía y su difusión en la publicidad, en el cine, en la televisión o en la Internet, no; eso sólo es una muestra de libertad.
Uno podría, ingenuamente, pensar que al haber libertad de expresión y medios informativos cada vez más abundantes, la propagación de ideas falsas y de hechos dictatoriales o delictivos, deberían fácilmente ser desenmascarados y anulados. Sin embargo ahí está el caso de Honduras donde muchos siguen prefiriendo el mito a la realidad. Hay gobiernos y gente, no marxistas, que todavía miran al gobierno hondureño como un gobierno ilegal y a Zelaya como una víctima del golpismo. Esa falsedad de "gobierno de facto" la inventó el chavista Insulza, como adjetivo más diplomático y ambiguo que "golpista" y enseguida fue aceptado, sin crítica, por muchos medios informativos y por un seráfico ministro salvadoreño. ¡Mito, mito, cuantos males se cometen por tu causa!
El autor es *Dr. en Medicina y columnista de El Diario de Hoy.
- 4 de febrero, 2025
- 7 de octubre, 2011
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