Ciudadanía y libertad

Correo del Caroní

Dice el filósofo contemporáneo Fernando Savater que la palabra “libertad” en su sentido más clásico y en cuanto a su significación debe contextualizarse dentro del campo de la política y no tanto en los ámbitos de la ética, la filosofía o la psicología porque “es precisamente en cuestiones políticas en lo que piensa hoy la mayoría cuando oye hablar de libertad o libertades”.

En ese orden de ideas, Savater plantea que lo que conocemos como política se configura en cómo organizar y distribuir la libertad en una sociedad, en consecuencia “la libertad no se refiere a lo que queremos hacer sino a lo que podemos hacer; no se trata de los motivos o las obnubilaciones del albedrío, sino de las relaciones de fuerza entre semejantes, es decir, de jerarquías, sojuzgamiento, igualdad y emancipación”. Por ello, cita a Zygmunt Bauman, quien sobre el tema dirá: “Para que uno sea libre debe haber al menos dos. La libertad significa una relación social”.

 Pensar que la democracia como opción de vida pueda construirse y desarrollarse prescindiendo del ejercicio de la libertad o constriñendo éste es por lógica un contrasentido. Durante la existencia del mundo comunista mucho se hizo alarde desde los partidos socialistas estatistas del modelo de la “democracia popular”, que simplemente era una manera de encubrir formas y procederes de gobernar y hacer política desde esquemas totalitarios, tiránicos y autoritarios. Hoy, en pleno siglo XXI, hay quienes parecen querer reeditar el modelo. Como respuesta a tales pretensiones, Savater nos entrega la siguiente reflexión: “Sin duda, las luchas políticas del siglo XXI deben consistir en ampliar la libertad efectiva a quienes todavía no la disfrutan más que de modo minusválido, subalterno. Sin embargo, la pregunta de fondo no es ya si este empeño emancipador triunfará algún día, sino esta otra: ¿podremos seguir hablando de ‘libertad’ en la sociedad por fin limpia de todas las formas de esclavitud?”.

 El problema de la vigencia de la libertad se encarna en la condición de ciudadano y en el ejercicio de la ciudadanía, para que de esta forma podamos afirmar que vivimos y hacemos la democracia, frente a cualquier adulteración que de esta se pretenda hacer. Dentro de esa perspectiva y siguiendo el pensamiento del filósofo cabe estimar que “con el quehacer político se disminuye la importancia de lo inmodificable y se potencian las capacidades de opción personal, equilibrando por medio de la educación y la redistribución de ventajas sociales las oportunidades para que cada cual pueda desarrollar un proyecto vital (relativamente) propio”. Y ojo aquí, no se trata de que el Estado benefactor, dadivoso y asistencialista, mediante programas tipo “misiones” reparta ayudas a quienes en su mayoría y en muchos casos ciertamente, encaran necesidades de todo orden, para amarrar y comprometer políticamente a los receptores de tales ayudas; de lo que se trata es de promover a la persona humana respetando su libertad y el derecho a optar con dignidad.

 Dentro de ese marco situacional Savater desestima los proyectos de crear un “hombre nuevo”, tan manidos por los totalitaristas y en cambio habla de fortalecer el valor del ciudadano, como persona libre en una sociedad democrática y pluralista, en ese sentido sostiene: “Si hoy debiésemos condensar en una sola palabra el proyecto más digno de ser atendido, yo elegiría ésta: ciudadanía. O sea, la forma de integración social participativa basada en compartir los mismos derechos y no en pertenecer a determinados grupos. No se trata de una simple yuxtaposición de peculiaridades sino de una multiplicidad de rasgos que se intersectan o permutan dentro de un mismo marco institucional que garantiza su libre convivencia. En ello estriba la radical novedad de la sociedad de ciudadanos…”. Eso es.