Las elecciones en Honduras son una derrota para Chávez
A menos que ocurra algo monumental en el Hemisferio Occidental en los próximos 31 días, la historia regional más importante de 2009 será cómo la diminuta Honduras consiguió derrotar las aspiraciones coloniales de sus vecinos más poderosos y preservar su Constitución.
Las elecciones presidenciales y legislativas del domingo, celebradas tal y como estaba previsto y sin incidentes, se erigieron en el mayor logro de esa lucha.
El candidato del Partido Nacional, Porfirio Lobo, era el favorito en los sondeos previos a la elección. Sin embargo, el nombre del ganador es casi lo de menos. La celebración exitosa de estas elecciones constituye un triunfo nacional en sí mismo para toda la gente que ansía la libertad.
El hecho de que EE.UU. haya dicho que reconocerá su legitimidad demuestra que esta realidad eventualmente llegó a la Casa Blanca. Aunque no sea el Waterloo de Hugo Chávez, el logro de Honduras constituye al menos una gran derrota para los planes expansionistas del hombre fuerte venezolano.
Entre los perdedores de este drama también figuran Brasil, Argentina, Chile y España, que hicieron todo lo que estuvo a su alcance para impedir las elecciones. Animados por su fervor, militantes al interior de Honduras se dedicaron a detonar pequeñas bombas en todo el país en las semanas anteriores al voto. Esperaban que el terror limitara la participación y restara legitimidad al proceso. Fracasaron. La participación cívica tiene visos de ser al menos tan buena como en las ultimas elecciones presidenciales. Algunos centros de votación incluso se quedaron, por un tiempo, sin la tinta indeleble usada para marcar los dedos meñiques de los votantes.
Los socialistas latinoamericanos trataron de desacreditar la democracia hondureña como parte de un esfuerzo para forzar la restitución del depuesto presidente Manuel Zelaya. Ambas partes sabían que si eso sucedía el proceso electoral estaría en riesgo.
Zelaya ya ha mostrado sus cartas cuando organizó a una turba para tratar de llevar a cabo un referendo popular fijado para el 28 de junio para cancelar las elecciones y permanecer en el cargo. Fue una medida ilegal y por ello fue arrestado por orden de la Corte Suprema y, posteriormente, desplazado del poder por el Congreso por violar la Constitución.
Menos sabido es que como presidente, según un funcionario del consejo electoral que entrevisté en Tegucigalpa hace dos semanas, Zelaya se había negado a transferir los fondos presupuestados, tal y como lo exige la ley, al consejo para su trabajo de preparación. En otras palabras, no quería una elección libre.
Chávez tampoco la quería. Durante el gobierno de Zelaya, Honduras pasó a integrar la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), una iniciativa de Chávez que también incluye a Cuba, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Un cambio en la presidencia ponía en riesgo la inclusión de Honduras en el ALBA.
La semana pasada, un funcionario del gobierno me dijo que los servicios de inteligencia hondureños se habían enterado de que Zelaya había realizado preparativos para reunirse con todos los presidente del ALBA en el país la noche de su planeado referendo de junio y se había encargado comida para una celebración por todo lo alto con 10.000 invitados.
El ALBA tiene bastante influencia en la Organización de Estados Americanos y no ha sido difícil para Chávez controlar al Secretario General José Miguel Insulza. El socialista chileno quiere desesperadamente ser reelecto en 2010. Tan solo un mes antes de que Zelaya fuera depuesto, Insulza encabezó el esfuerzo para eliminar la prohibición a la membresía de Cuba en la OEA. Tras la salida de Zelaya, Insulza siguió las instrucciones desde Caracas para aplastar la soberanía hondureña.
Para su desgracia, la aseveración por parte de la izquierda de que Honduras no podía celebrar elecciones libres no guardaba ninguna relación con la realidad. En primera lugar, los candidatos fueron elegidos en las primarias de noviembre de 2008 con observadores de la propia OEA, que calificó el proceso de "transparente y participativo". Segundo, todos los candidatos presidenciales, a excepción de uno proveniente de un pequeño partido de la extrema izquierda, querían que se celebraran los comicios. Tercero, aunque Insulza insistió en tildar la deposición de Zelaya de un "golpe de estado", el ejército nunca tomó el control del poder. Y, finalmente, el tribunal electoral independiente, elegido por el Congreso antes de que Zelaya fuera depuesto, seguía adelante con los pasos requeridos para cumplir su mandato constitucional y llevar a cabo el sufragio. Ahora que ya se efectuaron las elecciones, Insulza, quien insiste que el grupo no reconocerá los resultados, preside una OEA desacreditada.
Al menos Estados Unidos entendió, después de cuatro meses, que se había equivocado. Merece reconocimiento por darse cuenta de que las elecciones eran la mejor manera de seguir adelante y prometer reconocer los resultados a pesar de la enorme presión de Brasil y Venezuela. Barack Obama asumió la presidencia con la intención de instituir una política exterior basada en el multilateralismo. Tal vez esta experiencia le enseñe que la libertad realmente tiene sus enemigos.
Casi 400 observadores provenientes de países como Japón, Europa, América Latina y EE.UU. viajaron a Honduras para observar los comicios del domingo. Perú, Costa Rica, Panamá, el Parlamento alemán y Japón también reconocerán las elecciones. El gran apoyo internacional demuestra que los hondureños nunca estuvieron tan solos en estos últimos cinco meses como creyeron. Buena parte del mundo apoya su deseo de salvar a su democracia del chavismo y de vivir en libertad.
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