Por qué la guerra
Cuando hablamos de las guerras de Irak, de Afganistán y de la que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quiere iniciar contra Colombia, da la impresión de que estamos hablando de algo inevitable, como si se tratara de una fuerza superior a cualquier cosa. Por eso esta pregunta es fundamental: ¿hay una manera de liberar a los seres humanos de la fatalidad de la guerra?
La pregunta se la envió en una carta el célebre científico Albert Einstein al creador del sicoanálisis, Sigmund Freud. De ahí surgió un maravilloso intercambio de opiniones. Eso ocurrió en 1932. Pero sus críticas a la incompetencia humana para detener la guerra son igual de válidas hoy en día.
Empecemos con Chávez, quien es, sin duda, uno de los personajes más vistosos y peligrosos de nuestra América. Hace unas semanas les dijo a sus fuerzas armadas: «No perdamos un día en nuestra principal misión; prepararnos para la guerra y ayudar al pueblo a prepararse para la guerra''.
Chávez cree que la presencia de soldados norteamericanos en siete bases colombianas son una amenaza para su país y para él. Pero en realidad ya había soldados norteamericanos en Colombia desde mucho antes que Chávez llegara al poder.
Además, la verdadera amenaza es Chávez al darle refugio en Venezuela a los rebeldes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y al apoyarlas dentro de territorio colombiano. Esto, más la alianza con Irán para crear material nuclear en Venezuela, la compra multimillonaria de armamento y la tendencia del presidente venezolano a meterse en los asuntos internos de otros países hacen de Chávez el principal proponente de la guerra en el continente.
¿Por qué buscar la guerra con Colombia? Chávez, antes que nada, es un soldado. El diálogo y la diplomacia no son su fuerte. Las armas sí.
Un conflicto con Colombia, siguiendo la fórmula castrista, le ayuda a Chávez a cerrar filas dentro de Venezuela, explotando el nacionalismo, y distrae a los venezolanos de sus verdaderos problemas: falta de agua, electricidad, una persistente pobreza a pesar de los enormes recursos petroleros y una rampante violencia e impunidad.
Freud le decía a Einstein en una carta que para evitar las guerras es necesario tener «una actitud cultural (antibélica) y el fundado temor a las consecuencias de la guerra futura''. Chávez no tiene esa actitud. Su educación es para pelear y matar. Chávez está en busca de su guerra. Y no le importa destruir a Venezuela en su afán egomaníaco.
El ex presidente norteamericano George W. Bush también buscó su guerra y la encontró en Irak. Funcionarios británicos han confirmado que Bush tenía intenciones de atacar Irak incluso antes de los actos terroristas del 11 de septiembre del 2001.
Finalmente Bush atacó Irak en marzo del 2003 con argumentos falsos. El líder iraquí, Saddam Hussein, nunca tuvo nada que ver con los actos terroristas que mataron a 3,000 norteamericanos ni tenía armas de destrucción masiva. No importó.
Bush invadió Irak y perdió el mundo. Y, lejos de hacer de Estados Unidos un país más seguro, generó mucho odio e, irónicamente, multiplicó las amenazas terroristas contra los norteamericanos. Bush, como Chávez, tampoco tuvo una «actitud cultural antibélica'' ni supo medir las consecuencias negativas de la guerra.
Y ahora le toca al presidente Barack Obama cambiar el rumbo y ser el presidente de la paz, no el presidente de la guerra. En su campaña electoral dijo que prefería la diplomacia y el diálogo a la fuerza. Incluso propuso hablar con los enemigos de Estados Unidos. Pero Obama no ha podido frenar la inercia de un país involucrado actualmente en dos guerras y con una larga historia bélica.
Sí, Obama ya le puso fecha a la salidas de las tropas norteamericanas de Irak. Pero Estados Unidos sigue atorado en Afganistán. Enviar más tropas ahí sólo prolongará el conflicto, los muertos y los actos terroristas. ¿Por qué no salirse de Afganistán?
iene que existir una alternativa distinta a la guerra. ¿Dónde está? ¿Quién se atreve a pensarla? No la escucho en ningún lado. Washington está mudo.
La guerra es el fracaso: de la diplomacia, del diálogo, de la inteligencia humana. Ya hace 77 años Einstein y Freud se quejaban de nuestra incompetencia para detener el impulso de destruir y matar. Y está claro que nada hemos aprendido desde entonces.
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