Pretextos para la tiranía
El objeto del control es, por supuesto, desarticular la sociedad, de tal manera que una minoría pueda controlarla. Un tirano puede tolerar que sus esclavos lo odien pero no puede permitir que tengan la capacidad de coordinarse, ya que si se coordinan es seguro que los oprimidos van a buscar su libertad.
Para evitar esta coordinación es que los todos los aspirantes a tiranos buscan provocar la lucha de clases —para que los que quieren esclavizar se odien entre sí— y establecer el control sobre la expresión social. Por supuesto, estos aspirantes no pueden develar sus propias intenciones diciendo que quieren restringir la libertad de prensa porque quieren establecer una tiranía. Tienen que buscarse pretextos para disfrazar sus intenciones.
La protección de "nuestra cultura" suena exactamente como uno de estos pretextos. Es un pretexto que cubre los dos objetivos, ya que su aplicación implícitamente requiere que alguien defina lo que es nuestra cultura, lo cual, por supuesto, sería definido por el grupo mismo que quiere establecer la tiranía.
Esta definición, también por supuesto, sería consistente con la promoción de la guerra de clases y con el corte de las comunicaciones de la población entre sí y con el resto del mundo. Así, con este pretexto, un aspirante a tirano puede matar dos pájaros de un tiro.
Pero el pretexto también es muy débil, por varias razones. Primero, es imposible definir lo que es nuestro y distinguirlo de lo que no es. Cuando uno oye este argumento uno se imaginaría que está siendo esgrimido por personas totalmente autóctonas, hablando en náhuatl. Pero el argumento pierde inmediata credibilidad si el argumento ha sido presentado en español, un lenguaje europeo importado al país, comunicado con tecnologías inventadas en Europa o en Estados Unidos.
La credibilidad se deteriora aún más cuando el argumento es expresado por marxistas que quieren instaurar el comunismo en el país. El padre de las ideas comunistas, Karl Marx, era alemán y escribió su obra más larga, El Capital, en una banca del Museo Británico. Durante mucho de su carrera, fue apoyado económicamente por Friedrich Engels, hijo de un alemán emigrado a Gran Bretaña y heredero de una fortuna textil, que fue coautor con Marx del Manifiesto Comunista.
La teoría marxista del imperialismo que ellos tanto citan implícitamente se origina en el mismo Marx, fue presentada como una teoría especializada por Lenin (un ruso, tampoco salvadoreño) y luego ha sido modernizada por Michael Hardt, profesor norteamericano de la Universidad de Duke y por Antonio Negri, un ex-convicto italiano, en un libro que se llama así, Empire.
Segundo, como estos ejemplos muestran claramente, las culturas son el resultado de infinitas influencias, locales e internacionales. Y es muy bueno que así sea, porque, como en la genética, las aberraciones sociales peores se generan cuando la socialización se lleva a cabo sólo en un grupo pequeño.
Sin balances, sin distintos puntos de vista, sin diferencias de opiniones, las sociedades se estancan y retroceden. Si aquí no hubieran venido los españoles, todavía tendríamos sacrificios humanos. Si los tuviéramos, ¿debería el Ministerio de Educación oponerse a que el resto del mundo nos influencie en prohibirlos?
Más generalmente, la cultura no debe ser un rígido esqueleto que prevenga el cambio, la evolución. Al contrario, la cultura tiene que ser algo vivo, que cada generación debe definir de acuerdo a sus circunstancias. El tener a una persona definiendo cómo deben vivir todas las personas y cómo debe de ser la cultura es en sí un factor de tiranía y de atraso. Es algo que un pueblo libre no puede aceptar.
Es triste que el Ministerio de Educación, que debería ser un bastión de la educación democrática y un medio para capacitar a la población para que los ciudadanos se vuelvan cada vez más capaces de crear una sociedad cohesiva y libre, sea el proponente de medidas que van al contrario, ideas que han sido siempre la base de la tiranía y de la rigidez cultural que son características de las dictaduras comunistas. La sociedad tiene que despertar a esta amenaza y organizarse para impedir que nos quiten las libertades que tanto nos ha costado ganar.
El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.
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