El Uruguay neutral
El País, Montevideo
Todavía hoy pueden extraerse lecciones del único episodio que involucró a Uruguay en la Segunda Guerra Mundial hace 70 años exactos: el hundimiento del Graf Spee.
La principal es que en caso de un conflicto bélico mayúsculo el principio de la neutralidad -necesario para un país pequeño y distante- no es un escudo invulnerable como lo prueba lo ocurrido en diciembre de 1939. Entonces, entre el fuego de ingleses y alemanes, nuestra cancillería apoyó sutilmente a los primeros, en línea con las simpatías pro-aliadas de los uruguayos.
Aunque la aplicación de la neutralidad imponía darle salida al acorazado germano en 72 horas, Uruguay pudo atender razones humanitarias y extender el plazo para repararle los daños sufridos en su batalla con tres naves inglesas. Al no hacerlo así, forzado a salir de puerto, el capitán del Graf Spee optó por hundirlo ante la bahía de Montevideo antes de permitir que el navío cayera en manos enemigas.
Como toda norma jurídica, para la neutralidad hay dos bibliotecas. Nuestro país adhirió a la más favorable a Gran Bretaña, lo que le valió el reconocimiento de los vencedores de la guerra. Fue una apuesta acertada, aunque a todo riesgo pues la Europa que los nazis podían conquistar era nuestra mayor compradora. Las represalias comerciales pudieron ser tan letales como las amenazas lanzadas desde Berlín. "Uruguay pagará por esto", rezaba un cartel en el puerto de Hamburgo en tanto el embajador alemán sugirió en nota de protesta que "fatalmente vendrá el día" en el que los uruguayos serían sojuzgados.
Los meses siguientes confirmaron que la neutralidad no nos salvaría de los efectos del caso Graf Spee cuando la inteligencia anglo-estadounidense atizó la sospecha de que el arribo del acorazado a Montevideo distaba de ser casual. La armada de Hitler -decían- buscaba una base en el Atlántico Sur que podía ser la capital uruguaya. A mediados de 1940, cientos de voluntarios uruguayos hacían ejercicios militares para la defensa del país entre rumores sobre un complot y la acción de una "quinta columna" guiada desde Berlín.
Puesta a confeccionar "listas negras" de pro-nazis, una comisión oficial apresó a un grupo de supuestos complotados, en su mayoría de origen alemán, y les incautó un plano en el que se marcaban los puntos por donde ocurriría la invasión nazi. Tan grande fue el escándalo que el nombre de Uruguay reapareció en las portadas de la prensa mundial: conquistada Europa, Hitler planeaba capturar Sudamérica desde una cabecera de puente levantada en el país ubicado en la margen oriental del Plata. Nada de eso era cierto.
Aunque Uruguay era neutral en teoría, en la práctica parecía estar en guerra con el Eje: es que el Graf Spee, lo había dejado atrapado en una red de manipulaciones urdida por interesados en exagerar la alarma. Un país indefenso ante el embate de las hordas nazis necesitaba protección y Estados Unidos podía garantizarla. ¿Cómo? Acordando con el gobierno de Montevideo, a mediados de 1940, la instalación de bases militares en suelo uruguayo, una de las cuales llegó a construirse aunque no a utilizarse.
Todo a causa del Graf Spee y de la tan mentada neutralidad.
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