La recarga de Evo Morales
El presidente Evo Morales ha recibido una contundente recarga política con las elecciones celebradas el pasado domingo en Bolivia. La gran incógnita –esencial para el futuro de su país– es qué hará con su renovada energía.
Los datos del proceso son contundentes:
• La participación rondó el 95% de los votantes inscritos, una cifra inédita en la historia reciente de América Latina.
• Gracias a la relativa normalidad de los comicios, la existencia de un padrón biométrico y la fluida actuación de las autoridades electorales, su legitimidad está asegurada. En esto, dista mucho de la situación venezolana.
• Con el 96% de las mesas escrutadas, Morales y su Movimiento al Socialismo (MAS) suman el 63% de los votos. Su más cercano contendor, el ex capitán Manfred Reyes Villa, de PPB-Convergencia, apenas obtuvo un 27%, seguido, a larguísima distancia, por Samuel Doria Medina, de Unidad Nacional (5.7 %).
• Morales triunfó en todos los departamentos, salvo en Santa Cruz y Beni, donde ganó el PPB. Pero, aun en estos territorios, tuvo un aceptable desempeño. Hoy puede decirse que el MAS es el único partido verdaderamente nacional.
• Todo indica que el oficialismo obtendrá los dos tercios de la nueva Asamblea Legislativa Plurinacional, compuesta por la Cámara de Diputados, con 130 escaños, y el Senado, con 36. De este modo, tendrá vía libre para legislar a partir del 22 de enero, cuando tomen posesión Morales y su vicepresidente, Alvaro García Linera.
Por mandato de la nueva Constitución, la Asamblea Legislativa deberá emitir antes de julio leyes de tanta trascendencia como la del Organo Electoral, la del Organo Judicial y del Tribunal Constitucional, así como la Ley Marco de Autonomías.
También están en agenda proyectos sobre minería, electricidad, hidrocarburos, empresas públicas, pensiones y «economía plural''. Y el 4 de abril, con el impulso del domingo 6 aún activo, se celebrarán las elecciones departamentales y municipales.
El país, por tanto, se enfrenta a un primer semestre de 2010 del que dependerá, en gran medida, su diseño político, económico y social para el futuro.
Con la crónica debilidad institucional boliviana como trasfondo, la variable clave es qué decidirán hacer el presidente y su partido. Porque serán ellos mismos, con su abrumadora mayoría, los encargados de interpretar el texto constitucional y fijar las competencias de las instituciones del estado que podrían –o no– asegurar balances y contrapesos a su gestión.
Un sentido elemental de responsabilidad, racionalidad y verdadera misión histórica, deberían llevar a Morales a enmarcar su «refundación'' nacional y, especialmente, sus elementos indigenistas y redistributivos, en un marco de ejercicio democrático y respeto al estado de derecho.
Se trata, en esencia, de reconocer que la democracia no sólo consiste en elecciones, sino en un conjunto de garantías individuales y civiles, certezas institucionales, respeto a la oposición y a la independencia de diversos actores sociales. También, de comprender que ningún avance para superar la exclusión y mejorar las condiciones de vida de la población será sostenible si no hay crecimiento económico. Y este dependerá, en enorme medida, de reglas claras.
Durante la mayor parte del gobierno que comenzó en 2006, Morales topó con la suerte de un fuerte incremento en los precios internacionales de los hidrocarburos, minerales y otros productos de exportación bolivianos. Esto, sumado a la nacionalización del sector, permitió grandes –y necesarias– transferencias a sectores vulnerables de la población, una de las principales razones de su popularidad.
Sin embargo, los ingresos ya han comenzado a bajar, por una mezcla de reducción en los precios internacionales, falta de inversiones e ineficiencias operativas. La única forma de sostenerlos, y de arraigar una política social responsable, es generando más riqueza.
Por ahora, hay poca claridad sobre el curso del país tras la victoria de Morales. Sus mensajes han sido contradictorios y su trayectoria populista no da certezas de verdadera vocación democrática. Razones de inquietud abundan. De esperanza son menos.
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