Se está quedando solo
En reiteradas oportunidades el Presidente se ha quejado por la soledad en la que se encuentra. Afirma que la ineficiencia del gobierno revolucionario, obedece a una burocracia incapaz de entender cómo se toman decisiones motivadas por el ideal socialista.
Machaconamente el líder fustiga a la burocracia y confunde a sus seguidores quienes repiten el mismo discurso. En una primera acepción, la burocracia es una organización regulada por normas que establecen un orden racional para distribuir y gestionar los asuntos que le son propios. Una segunda acepción nos indica que es una influencia excesiva de los funcionarios en los asuntos públicos. Una tercera acepción habla de la administración ineficiente por diversas causas. (DRAE).
Las tres acepciones anteriores son compatibles con la burocracia revolucionaria. La revolución bolivariana requiere de un sustrato normativo socialista contentivo de leyes, decretos, providencias administrativas y órganos para su ejecución. En segundo lugar, que cosa más discrecional que la toma de propiedades, el cierre de comercios, las multas tributarias, la imposición de rutas de las marchas, la interpretación de la historia. Y si de ineficiencia se trata, creo que no hay necesidad de abundar en detalles. Lo anterior, se inscribe ortodoxamente en el concepto. Entonces, ¿de qué se queja?
El presidente Chávez a través de su revolución bolivariana o, socialismo del siglo XXI, ha derribado los paradigmas de la anquilosada y perversa burocracia elitista imperante en la cuarta república. La administración pública tal como se concebía en el pasado, se viene extinguiendo paulatinamente. La misma se ha venido sustituyendo por una burocracia que administra el proceso revolucionario: el PSUV a través de las vicepresidencias; las misiones, las organizaciones populares de base, los centros comunales, los fundos zamoranos, las empresas nacionalizadas, y un sinnúmero de nuevas organizaciones que no son otra cosa que una nueva burocracia. Al margen viene quedando la administración pública formal integrada por más de 25 ministerios, cifra que supera con creces a la mal llamada cuarta república.
A pesar de ser nueva, el Presidente se queja de la ineficiencia de su engendro burocrático. Se queja porque los ciudadanos comienzan a quejarse también, pero se quejan porque ya se convencieron que los logros políticos, es decir más poder para el pueblo, están bien en la letra pero al parecer con todo y ese poder el sueldo no alcanza ni para comprar en Mercal; el agua no llega ni para hacer gárgaras; la luz no alumbra más que la de un cocuyo; el sudor de treinta días se lo lleva un malandro en un arrebaton.
La gente comienza a reclamar y el líder comienza a reclamarles a sus colaboradores y los colaboradores no saben que responder sobre todo cuando perciben que pueden perder las prebendas del poder revolucionario. En el fondo, los reclamos del líder a sus colaboradores no son otra cosa que una estrategia para fortalecer su poder y lograr que cuando la gente se queje siempre digan que el Presidente no está informado. Como la voz del pueblo es la voz de Dios, la culpa es de los colaboradores.
El líder ha seleccionado a sus colaboradores entre los menos calificados, dándoles atribuciones fundamentalmente políticas, quienes difícilmente podrán obtener resultados de una gestión que no es gerencial sino ideológica.
En la medida que tenga gerentes ineficientes, tendrá excusas para reclamarles y para quedar como la víctima frente al pueblo que lo apoya. El líder no está solo, está mal acompañado.
- 23 de enero, 2009
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