Algunas ideas no tan locas para el 2010
Ahora que nos acercamos a fin de año, permítanme compartir con ustedes algunas de las cosas que aprendí durante los últimos doce meses mientras viajaba por el mundo y escribía mi columna sobre el continente americano. Algunas de estas ideas son tan simples que pueden parecer bobas, pero quizás no lo sean tanto.
Aquí van, sin orden particular:
• Necesitamos un PEB (enseguida paso a explicarlo). Actualmente, los economistas miden el progreso de los países según su producto interno bruto, o PIB. Pero Latinoamérica nunca resolverá sus problemas de pobreza si no mejora sus estándares educacionales, porque –por más que crezca su economía– los beneficios del crecimiento no llegan a quienes no tienen suficiente educación como para conseguir empleos en el sector formal de la economía. Es hora de crear un Producto Educativo Bruto, o PEB, y que este pase a ser un instrumento de medición tanto o más importante.
• Lo que más vale son las ideas. Mientras que la mayor parte de las exportaciones latinoamericanas son materias primas o manufacturas ligeras, la economía mundial recompensa cada vez más a todos aquellos que producen nuevos conceptos. La innovación es la palabra clave del futuro.
En viajes recientes a Perú y a la República Dominicana, me enteré de que los fabricantes textiles locales que exportan camisas deportivas y jeans para Ralph Lauren, Calvin Klein y otras empresas multinacionales se quedan con menos del 20 por ciento del precio final de estos productos en las tiendas estadounidenses. Más del 80 por ciento del precio final que pagan los consumidores norteamericanos por estas prendas van a quienes crearon las marcas, los diseños, la publicidad y realizaron otras tareas no manuales.
Igualmente, los exportadores latinoamericanos de café reciben menos del 5 por ciento del precio final que pagan los consumidores estadounidenses por una tasa de su café. Es hora de que los países latinoamericanos pongan más valor agregado a sus exportaciones, para quedarse con una tajada más grande.
• Hay que ampliar los acuerdos de libre comercio. Latinoamérica y el Caribe representan apenas el 5 por ciento del comercio mundial, lo mismo que hace 30 años. Mientras tanto, Asia ha aumentado su porcentaje del 6 por ciento al 23 por ciento del comercio mundial durante las mismas tres décadas.
Y la proporción de Asia crecerá aún más rapidamente a partir del 1 de enero, cuando entre en vigor un megaacuerdo de libre comercio entre China y los diez países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, conocida como ASEAN. Si los países latinoamericanos no firman nuevos acuerdos de libre comercio con EEUU, la Unión Europea o Asia –las economías más grandes del mundo– su comercio seguirá estancado.
• Se puede enseñar inglés, portugués y otras lenguas gratis. Durante mis recientes viajes a Finlandia, Suecia e Israel, me sorprendió la respuesta que recibí cuando preguntaba por qué tanta gente hablaba inglés en estos países, facilitando así su inserción en la economía global. Mucha gente me respondió: «Muy fácil. ¡No doblamos los dibujos animados de la televisión, y nuestros niños se acostumbran al inglés desde la cuna!''.
Ahora que China y otros países asiáticos están empezando a enseñar inglés obligatorio desde el tercer grado de la escuela primaria –cuatro años antes que en la mayoría de los países latinoamericanos–, no sería mala idea que los países latinoamericanos dejaran de doblar los dibujos animados de la televisión, y permitieran que los niños los vean en inglés, portugués y otras lenguas extranjeras. Lo mismo en Estados Unidos, donde pasar dibujos animados en español ayudaría a millones de niños no hispanos a hablar el idioma de Cervantes.
• Hay que crear una visa latinoamericana común. Ahora que se calcula que China enviará unos 100 millones de turistas anuales al resto del mundo para el 2020, y que cientos de miles de extranjeros se aprestan a viajar a Brasil para el Mundial de Fútbol del 2014 y los Juegos Olímpicos del 2016, Latinoamérica debería crear una visa común para que los visitantes extranjeros puedan visitar toda la región.
Mi conclusión: ya sé que muchos de ustedes estarán pensando que estoy delirando, y que es una ingenuidad total pensar que –en una región en que países como Venezuela y Bolivia están tratando de prohibir palabras en inglés para revivir lenguas ancestrales de un pasado mítico, o de reducir sus vínculos económicos con Estados Unidos y la Unión Europea– estas ideas puedan ser realizables.
Pero soy un optimista nato, y creo que la mayoría de los países latinoamericanos desea integrarse a la modernidad. Y quizás bajo la influencia del espíritu de las fiestas, mis niveles de esperanza han aumentado algunos decibeles. De manera que les deseo a todos muchas felicidades, y que algunos de estos deseos se hagan realidad. ¡Feliz 2010!
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