Buenos Aires: El caso Posse, o la demonización de la derecha
Antonio Gramsci, que fundó el Partido Comunista Italiano en 1921, fue su pensador más creativo. Mientras Carlos Marx había sostenido que el comunismo llegaría al poder mediante la movilización de la clase obrera, Gramsci supuso que el triunfo final del comunismo vendría a través de la seducción de la clase media, de la "burguesía", mediante una ofensiva cultural que atraería a intelectuales, artistas, escritores, estudiantes y periodistas, con lo que proponía, de este modo, más que una clásica lucha "objetiva" de clases a la manera de Marx, una pugna "subjetiva" al alcance de la gente más sofisticada. Gramsci dijo alguna vez que sus ideas prevalecerían cuando hasta la nueva generación de los Agnelli se volviera comunista. En 1926, pese a ponerlo preso hasta su muerte en 1937, Mussolini le permitió elaborar sus ideas desde la prisión, una oportunidad que Gramsci aprovechó para escribir sus famosos Cuadernos de la cárcel , que suman nada menos que 2848 páginas.
Como un país donde ha gravitado especialmente la clase media, el nuestro ha sido uno de los más expuestos a las ideas de Gramsci. Por eso todavía hoy, entre nosotros, lo políticamente correcto es declararse "de izquierda" y lo que hay que evitar a toda costa es admitir que se es "de derecha". No es que nuestra derecha no exista, pero la moda política vigente hace que ella opte por una actitud "vergonzante". Esto no es lo que ocurre en países europeos como Francia, con Sarkozy; Alemania, con Merkl, y hasta Italia, con el escandaloso pero popular Berlusconi, mientras que en Chile está por ganar la derecha de Sebastián Piñera, en Uruguay Lacalle perdió sin ser considerado por eso un representante "repudiable" de la derecha y hasta en Brasil el candidato José Serra, situado a la derecha de Lula, lleva la delantera con vistas a las próximas elecciones presidenciales.
El caso de Abel Posse
Al designar a Abel Posse como su nuevo ministro de Educación, Mauricio Macri pareció arremetar audazmente contra el prejuicio que apunta a proscribir, entre nosotros, todo lo que tenga sabor a derecha. Catorce días después, sin embargo, le retiró su confianza. ¿Ha caído entonces Macri en el pozo resbaladizo de la "derecha vergonzante"? Unas semanas antes, al negarse a apelar la sentencia que había pretendido equiparar el matrimonio gay con el matrimonio heterosexual del Código Civil, ¿obedeció el jefe del gobierno porteño a un impulso similar? Aquí se abre una polémica en torno de Macri. Cuando lo comparan con autoproclamados izquierdistas como Kirchner, ¿no lo piensan acaso los porteños como un hombre situado a su derecha? ¿Y no fue precisamente por esto que ganó Macri? ¿Qué es mejor para él, en todo caso, ser considerado de derecha o ser sospechoso de un derechismo vergonzante? La pregunta es válida porque, por más "cintura política" que muestre tener, ni sus amigos ni sus adversarios lo considerarán nunca un hombre de izquierda.
El que no disimuló ni antes ni después de su nombramiento, que aunque no se declare formalmente como tal, es un hombre de derecha, es el propio Posse. ¿Lo acusaremos por eso de imprudencia? ¿O, aun sin quererlo, lo que hizo el fugaz ministro de Educación fue obligarnos a encarar de frente el problema de la proscripción ideológica de la derecha que todavía nos afecta? No bien designado, Posse quedó expuesto a un ataque frontal desde la izquierda, pero no porque sea un hombre "de derecha", algo que es, sino como si fuera un hombre de "extrema derecha", un nazi o un fascista, algo que no es. Este ataque convocó a todas las expresiones de la izquierda argentina. Sin embargo, así como la izquierda y la extrema izquierda son abismalmente diferentes, también lo son la derecha y la extrema derecha porque tanto la izquierda como la derecha moderadas son democráticas, y de la misma manera como sería abusivo pensar que toda la izquierda y no sólo la extrema izquierda es totalitaria, se cometería el mismo error al suponer que toda la derecha y no sólo la extrema derecha es nazi o fascista.
Cuando los críticos de Macri acusaron a Posse de extremista, lo que hicieron fue recurrir a un falseamiento ideológico que tampoco podría aplicarse a figuras como Piñera o Sarkozy porque hay una derecha democrática y otra que no lo es. Pero a lo que apuntaba la virulenta campaña contra Posse era a confirmar el malentendido que está envenenando nuestro debate político por suponer que, en tanto hay "dos" izquierdas, una democrática y la otra totalitaria, sólo hay "una" derecha, toda ella totalitaria. Cuando Macri cedió a las presiones y le soltó la mano a Posse, por eso, quienes militaban contra éste pudieron proclamar una victoria no menor en su empeño por reducir nuestras ricas opciones doctrinarias a una sola, la opción entre una izquierda democrática y una derecha totalitaria. La verdad es que, al no asimilar a Posse a Piñera sino a Hitler frente al dubitativo Macri, la izquierda "gramsciana" obtuvo entre nosotros una importante victoria.
Las fuentes de la confusión
En una sociedad reina una "confusión de valores" como la que ahora nos perturba, por otra parte, no sólo por la presencia de una clase media con pretensiones "progresistas", sino también por el residuo histórico de una dura "confrontación de valores" como la que nosotros padecimos desde los años setenta. Los montoneros y los militares, que fueron sus principales protagonistas, contribuyeron cada cual a su turno a exagerar y deformar los ideales en los que decían creer. Los militares dijeron defender nuestra "civilización occidental y cristiana" sin admitir que sus procedimientos no tenían nada que ver con ella. Los montoneros hablaban a su vez de "democracia", pero siguieron matando cuando la democracia ya había regresado. Desde ese momento, unos y otros pretendieron torcer la verdad histórica de lo que había ocurrido. De 2003 en adelante, empero, la versión montonera de nuestro pasado reciente terminó por imponerse. Si los militares hubieran vencido, hoy asistiríamos a una deformación simétricamente inversa.
El hecho es que la versión montonera triunfó. Ello trajo una deformación del ideal universal de los derechos humanos, que tanto los montoneros como los militares habían violado. La historia oficial es hoy que "sólo" los montoneros defendían los derechos humanos y por eso hay cientos de militares presos sin proceso, verdaderos "presos políticos", muchos de los cuales siguen en la cárcel pese a que han atravesado holgadamente la barrera de los setenta años que prescribe, para el resto de los mortales, la prisión domiciliaria.
Es que, habiendo aspirado ambos bandos a la demonización de sus enemigos, sólo los herederos de los montoneros la han logrado. Por haber sido menos contundente contra los militares que contra los montoneros, la que habitualmente se llama "derecha" ha sido demonizada por aproximación. De ahí que la principal preocupación de cualquiera que esté a la derecha del centro sea negar, como Pedro, cualquier afinidad con los vencidos. Es contra esta maniobra de autoprotección contra la que se ensaña ahora la izquierda, sin atreverse a reconocer que también hubo excesos del otro lado. ¿Qué debería hacer, entonces, entre nosotros, la gente que, ya fuera en Chile o en otros países democráticos, se inclinara por la derecha? Desprenderse, como supo hacerlo Piñera, de su pasado "pinochetista", sin renunciar por eso al ideal del orden dentro de la democracia que es su auténtica bandera. Por lo que acabamos de comprobar con las idas y venidas del nombramiento de Posse, en la Argentina esta meta es todavía lejana.
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