Democracia y las novelas de Corín Tellado
El Periódico, Guatemala
El fin de año es motivo de una serie de reflexiones sobre nosotros mismos, nuestro país y sus gentes, y no cabe duda de que la dificultad que enfrentamos como nación, es consecuencia de la tremenda diversidad de su población que se extiende mucho más allá de la multiculturalidad étnica.
Me pareció ilustrativo del pensamiento tan diverso, el comentario de una persona conocida y apreciada, a quien le compartí el placer intenso que había reencontrado con la libertad para destinar tiempo a lecturas atractivas sobre temas variados, inclusive novelas. Muy espontáneamente me respondió medio en broma y medio en serio: ojalá no sean las de Corín Tellado.
Para los jóvenes que no conocieron a la escritora mencionada, ella se especializaba en novelitas románticas muy populares en los primeros años de la adolescencia, cuando la vida recién despierta el enamoramiento del amor, pero que pronto se madura y se busca otro tipo de lecturas, que en mi recuerdo sobresalen las viejas novelas de Hugo Wast, Jorge Isaacs, Miguel de Cervantes, Morris West, como las de Stendhal, Herbert Marcuse, Ayn Rand, Gironella, la poesía de Rubén Darío, García Lorca y muchas más.
Porque sucede que en nuestro país, aun los sectores que comparten numerosas afinidades, mantienen una visión de la mujer muy semejante a la de aquel filósofo que decía que “la mujer es un animal de cabellos largos e ideas cortas” (Schopenhauer) y muchos misóginos más de la época. Francamente es una pena.
En otra línea de pensamiento, es un buen momento para revisar nuestras percepciones sobre la democracia y el sistema garantista que más convine y comprender que no hay organizaciones perfectas. Que nuestros males no son consecuencia del marco democrático en el que nos movemos y que lo procedente es buscar la superación de sus deficiencias.
Buscar otra forma de organización sí puede empeorar las condiciones de vida en nuestro país, a pesar de la situación insatisfactoria que enfrentamos. La efectividad institucional depende en buena parte del interés ciudadano en exigir lo que corresponde a donde corresponda y aportar con ideas y con acciones dentro de las posibilidades de cada quien.
Como explica el texto sobre la democracia de Giovanni Sartori: “El mundo modernizado que hoy gobierna sin democracia, juega sin legitimidad. Pero también, el juego democrático puede ser jugado mal. ¿Sabrá la democracia resistir a la democracia? Sí, pero bajo la condición de jugar con más inteligencia y, sobre todo, con más responsabilidad de la que hoy se ve alrededor. Sí, porque el pesimismo de la inteligencia debe combatirse con un optimismo de la voluntad. Pero si nos mecemos en la hamaca de la ilusión (irresponsable) de un futuro seguro, entonces es seguro que eso no será…”.
Por eso mismo, no podemos quitar el dedo de la llaga en temas como la ineficacia del sistema de justicia y los índices de impunidad; no podemos dejar de insistir en la transparencia; no debemos quedar en silencio ante las violaciones a la Constitución y las leyes; no podemos aceptar los ataques a los medios de comunicación en intentos de coartar la libertad de expresión; tampoco la irresponsabilidad de los funcionarios, la falsedad de la propaganda oficial y la incitación al odio a través de los discursos teñidos de demagogia.
Para 2010 debemos exigir que crímenes como el de Rodrigo Rosenberg lleguen al esclarecimiento total hasta alcanzar a quienes financiaron su asesinato y con ello subiría la esperanza de los ciudadanos. Esperamos eso y mucho más, pero si no lo exigimos, esperaremos sentados.
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