Paraguay: Al poder por la lucha, la lucha por el poder
El Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) tiene como objetivo principal llegar al poder a través de la lucha armada. Una vez más nos hemos enganchado no al vagón de cola, sino al vagón equivocado, el que se desprendió del tren y va en dirección contraria para estrellarse contra el primer obstáculo importante que encuentre en su camino.
No se ha dado, por lo menos dentro de la historia contemporánea, ningún movimiento que haya llegado a conquistar el poder a través de la lucha armada. Como excepción podemos mencionar a la Revolución Francesa (1789), que costó mucha sangre, que llevó a la guillotina a mucha gente, incluso a sus propios líderes (Dantón), pero que se desarrolló en medio de una serie de circunstancias que le permitió triunfar y asegurarnos muchas de las libertades que seguimos disfrutando hoy día. Entre esas circunstancias su acción política.
La Revolución de 1917 en Rusia terminó desmoronándose setenta años después al no poder resistir los golpes de sus propios fracasos, especialmente el de la economía que un trabajador de la entonces Unión Soviética definió con la precisión que da la sabiduría popular: “El problema radica en que nosotros hacemos como que trabajamos y el Estado hace como que nos paga”.
Actualmente en España se está desarmando a pasos rápidos el grupo terrorista ETA, el más antiguo que queda en Europa después de la desaparición de las Brigadas Rojas en Italia, el Baader-Meinhof de Alemania y el IRA (Irish Revolutionary Army), el Ejército Revolucionario de Irlanda. ETA se fijó como meta la toma del poder del País Vasco y la proclamación de su independencia a través de las armas. A pesar que su lucha lleva ya más de sesenta años y un millar de asesinados, el grupo criminal no ha alcanzado ningún éxito, más que en el de matar gente con un tiro en la nunca, tal como lo hacían los nazis con los judíos o Stalin con la flor y nata de la oficialidad y la inteligencia polaca: veintidós mil asesinados en los bosques de Katyn (del 3 de abril al 14 de mayo de 1940). ETA se encuentra de tal manera desbandada que Arnaldo Otegi, durante años portavoz del partido Batasuna, brazo político de la banda, se dirigió por carta a otros dirigentes diciéndoles, palabra más, palabra menos que “quienes se oponen al abandono del uso de la violencia, se oponen al progreso o trabajan para el enemigo”. El partido Batasuna fue declarado ilegal por los tribunales de España. Se recurrió la sentencia ante los tribunales de Bruselas que no hicieron otra cosa que ratificar la sentencia de los primeros. ETA ha quedado seriamente desmembrada.
La otra revolución triunfante que logró conquistar el poder es la de Cuba hace cincuenta y un años. Decir que la revolución “triunfó” es pecar de exagerado optimismo. Economistas de la propia Cuba reconocen que la isla irá inexorablemente a la quiebra si no se realizan cambios fundamentales dentro de la economía. Raúl Castro ha respondido a tales pedidos con una idea irracional, al asegurar que no realizará las transformaciones solicitadas pues no quiere correr el riesgo de “apresuramiento e improvisación”. Mientras tanto, la cartilla de racionamiento de la que dependen todos los cubanos (exceptuando a la “nomenklatura”, claro está), sigue sufriendo recortes. El crecimiento del país se había calculado en un 6% para este año, pero la cifra real cayó al 1%. La falta de productividad del pueblo cubano se evidencia en que el 80% de lo que come se trae de afuera. Ahora se las verán negras ya que a causa justamente de la crisis económica que está viviendo el país, las importaciones fueron reducidas a un 40%.
Si con estos datos a la vista, el EPP insiste en continuar su lucha armada para llegar al poder, son muy pocas las esperanzas que nos restan de hacer de este un país mejor. Tales planes nos llevarán a la ruina o, lo que es peor, a convertirnos en un Estado fallido, como es el caso de Somalia, reducto y nido de piratas del océano Indico y “señores de la guerra”; un país que tiene, en apariencias, las características propias de cualquier nación. La diferencia radica en que el Estado no funciona, carece de presencia y de autoridad.
Estos grupos criminales, hay que llamarlos por lo que en realidad son, que esconden su actividad delictiva bajo una idea casi religiosa de la revolución, solo han servido, y sirven, para destruir las naciones, nunca para hacerlas mejores.
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