¡Como nos odia (Correa)!
Hubiera querido comenzar el año con pensamientos más positivos en lo personal y en lo que atañe a la ciudad que tanto quiero, la ciudad en que nací, en que hice mi vida y en la que moriré. Desgraciadamente un saludo de fin de año con un conocido y respetado periodista de la localidad me dio el tema de este artículo.
¡Cuánto nos odia!, me dijo el amigo, comentando una de las últimas intervenciones sabatinas de Correa en la cual hizo referencia a “quitar” la isla Santay a la Fundación Malecón 2000 porque esa isla pertenece a Durán y además debe regresar al Banco de la Vivienda. Hubiera bastado que diga que regresaba al Banco de la Vivienda, pero no, tenía que remarcar que no pertenecía a Guayaquil, que era de Durán.
A propósito de aquello, recordamos todas las actuaciones del actual presidente que han significado problemas para Guayaquil y sus habitantes, comenzando con el vil desmembramiento de la provincia, siguiendo por el absurdo enfrentamiento por el puente de la Unidad Nacional y terminando con el nombramiento del gobernador esmeraldeño Cuero y su consigna de que los “vendedores ambulantes” humillen a la ciudad.
Concluimos que en el fondo el problema no es su enfrentamiento con el exitoso alcalde Nebot, aunque allí hay algo de envidia a la concreción de obras, megalomanía y disputa de liderazgo. El problema de fondo, en mi opinión, es un rencor profundo hacia su “ciudad natal” como le encanta llamarla. Guayaquil le recuerda muchas frustraciones, penas y amarguras y quizás humillaciones desde su particular punto de vista. Por ello, en cuanto pudo salió de su “ciudad natal” y se fue a vivir a Quito, en donde encontró eco a sus recónditos sentimientos negativos en una gran cantidad de izquierdistas, pensadores, historiadores, ideólogos, investigadores, etc. como el flamante alcalde Barrera que el 6 de diciembre en entrevista al diario El Comercio dejó ver claramente sus sentimientos hacia Guayaquil al expresar que en Quito no existía, como en Guayaquil, una “oligarquía depredadora” y que la brecha entre la clase media y la popular no es tan grande como sucede en Guayaquil. Además indicó que Quito concerta, mientras Guayaquil confronta.
Qué triste que es aceptar que tenemos un presidente que a pesar de haber nacido en nuestra ciudad tiene una marcada animadversión a la misma. Pero ese sentimiento no es sólo de él, como acabo de hacer referencia -a propósito de las declaraciones del Alcalde Barrera. Muchos en Ecuador piensan y sienten como él, sin que Guayaquil haya hecho nada para que este gratuito sentimiento negativo se haga presente. Cada vez estamos más solos. No es Guayaquil la que se quiere separar del Ecuador como dicen sus enemigos. Es el país de Alianza País el que no soporta a Guayaquil. Todo lo nuestro les molesta, nuestra espontaneidad; nuestro amor a la libre empresa y repudio al estatismo y centralismo; nuestro anhelo de gozar de libertad; nuestra insatisfacción de solo pensar y divagar y encontrar alegría en ver cristalizadas en obras y realidades nuestras ideas y sueños, y sobre todo, nuestro definitivo y claro fastidio por los estilos chavistas o las actitudes de Morales, Ortega y sus aliados de Irán o los “insurgentes” de las FARC y nuestras simpatías hacia democracias como los Estados Unidos, Chile, Perú, Brasil Colombia o los países de la Comunidad Europea.
Guayaquil no encaja en este esquema. Es un lunar. Realmente nos encontramos ante dos países. El Comercio del día 30 de diciembre nos ofrece cifras muy reveladoras en su página 3: 44% de los quiteños opinan que el 2009 fue un buen año, mientras que el 73% de los Guayaquileños no lo consideran así. Y Quito seguirá considerando los años que aún nos faltan de Correa como muy buenos años: la burocracia se incrementa, el centralismo es cada vez más agobiante, los contratos a dedo abundan, los costos de las obras siempre son mayores a los presupuestos originales, el dinero fluye en la capital y Correa apoyara con todo lo posible a su aliado Barrera para castigar al “rebelde” Nebot.
Ante todo esto Guayaquil tiene que despertar, Hay que desarrollar una estrategia. No podemos quedarnos con los brazos cruzados. Debemos reaccionar ante un gobierno indolente hacia las necesidades de la ciudad más poblada del país. Ante un gobierno que no actúa con un real sentimiento de patria porque Guayaquil es crisol de la nacionalidad -son más aquellos que han venido de afuera a esta acogedora ciudad porteña que los que ya tenemos algunas generaciones de ancestros nacidos en ella.
¿Qué hacer? Primero aceptar la triste realidad de que estamos solos en el país. Que nuestra forma de pensar y de vivir no es compartida por la mayoría de los ecuatorianos. Segundo, fortalecer las pocas entidades propias que nos quedan y defenderlas con todo lo posible: Alcaldía, Junta de Beneficencia, Junta Cívica, Cuerpo de Bomberos, Cámaras de la Producción, Fundaciones, etc. Tercero, luchar con todas nuestras fuerzas en contra del centralismo de los ideólogos izquierdistas de la sierra que integran Semplades y por los conceptos de autonomía por los cuales ya nos pronunciamos mayoritariamente, hasta en las calles si es necesario.
A otros, con más capacidad de la que yo tengo, se les presentaran mejores estrategias e ideas. Solo quiero dejar sentado que, tal como dijo el presidente Correa, el 2010 será el año en que “radicalizará” su revolución y esa radicalización significa, por su propio deseo y de los acólitos que lo acompañan, la minimización de Guayaquil. ¿Lo vamos a permitir?
- 23 de enero, 2009
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