Unos resultan más iguales que otros
La actual recesión en Estados Unidos ha causado que 7.5 millones de personas hayan perdido su trabajo, número que seguirá aumentando, mes tras mes, durante un período de tiempo difícil de predecir con exactitud, pero que los analistas serios prevén será tan duro como largo.
Sin embargo, Larry Summers, el principal asesor económico del presidente Obama, declaró el pasado 13 de diciembre que «todo el mundo está de acuerdo en que la recesión terminó''. Afirmaciones como esa nos comprueban que desde Washington se vislumbra una realidad muy diferente a la que viven y confrontan millones de ciudadanos comunes y corrientes en el resto del país, ya que 71 por ciento de la población adulta piensa que seguimos sufriendo una recesión y hay más desempleo de hombres que de mujeres porque ellas suelen estar más dispuestas a trabajar pocas horas a la semana y con salarios más bajos.
Pero en Washington y sus alrededores, el número de empleados del gobierno federal ya pasa de los dos millones y gozan de salarios muy superiores a los percibidos por la gran mayoría de los trabajadores del sector privado en Estados Unidos.
Evidentemente, el mundo de la política es radicalmente diferente al mundo donde vive el ciudadano común. Quienes no lo ven así tendrían que explicarnos a los demás por qué el llamado «servidor público'' es remunerado con sueldos tan superiores al promedio de ingresos del ciudadano común, el mismo que –con los impuestos que está obligado a pagar– sufraga esos altos salarios y todos los demás costosos privilegios de la burocracia capitalina.
El sueldo anual promedio de un empleado del gobierno federal es 71,500 dólares al año, mientras que el sueldo promedio de los empleados del sector privado es de 40,300 dólares anuales, o sea, 44 por ciento menos. Entonces, ¿dónde está la cacareada igualdad?
Indudablemente que el 2010 será un año mucho más feliz para los burócratas que para los trabajadores del comercio y la industria privada. Según una reciente encuesta de la firma Rasmussen, 44 por ciento de los empleados públicos consideran que su situación financiera es buena o excelente, mientras que apenas 33 por ciento de los trabajadores del sector privado piensan lo mismo. Sin embargo, recientes titulares de la prensa han estado destacando las exageradas remuneraciones de los presidentes y gerentes de unas pocas empresas grandes, sin revelar la avasallante realidad de una alta productividad gerencial en el sector privado y una desvergonzada improductividad en la mayor parte del sector público.
Hace dos años, en enero del 2008, había 138 millones de personas empleadas en Estados Unidos y la tasa de de-
sempleo alcanzaba apenas 4.9 por ciento. Entonces Washington instrumentó su famoso programa de «estímulo bipartidista'' de 170 mil millones de dólares. Desde el comienzo de la recesión, el gobierno federal ha repartido alrededor de 13 mil millones de dólares, lo que equivale a meter en el bolsillo de cada hombre, mujer y niño de Estados Unidos 42,000 dólares. Yo no los recibí y apuesto que los lectores de esta columna tampoco.
ebemos tomar en cuenta que el más frecuente visitante a la Casa Blanca de Barack Obama ha sido el señor Andy Stern, presidente del sindicato más grande de la nación, SEIU (Service Employees International Union), el cual aportó 60 millones de dólares a la campaña electoral de los candidatos demócratas. ¿Será casualidad que el desempleo sigue demasiado alto, pero no en ciertos y determinados sectores, como aquel controlado por el SEIU?
Director de la agencia AIPE.
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