El mérito económico
El Gobierno presume que Guatemala fue el país menos afectado durante la reciente crisis financiera internacional y de ser el que tiene mejores perspectivas de crecimiento. El Fondo Monetario Internacional (FMI) es del mismo criterio. Yo también lo comparto; sin embargo, la pregunta de fondo es ¿de quién es el mérito por semejante logro?
El mérito no puede estar en la gestión gubernamental. Nuestro país se desarrolla lentamente a pesar de, y no gracias a, las gestiones gubernamentales. No obstante lo anterior, el FMI elogia la gestión oficial diciendo que su política económica “incluye políticas monetarias y fiscales moderadamente contra-cíclicas, flexibilidad del tipo de cambio, la reorientación del gasto hacia las necesidades sociales y la infraestructura, y el fortalecimiento de la supervisión y regulación del sector financiero”. Un elogio que choca con la realidad.
Para todos los efectos prácticos, no hubo las tales “medidas contra-cíclicas”. El Gobierno tuvo que disminuir su gasto originalmente presupuestado luego de la caída de ingresos. La flexibilidad del tipo de cambio es una política que lleva años de ser aplicada por el Banco de Guatemala. La reorientación del gasto nada tuvo que ver con el mejor desempeño económico, mucho menos la llamada regulación bancaria. En pocas palabras, nada que ver.
La economía guatemalteca tuvo un mejor desempeño que el resto de centroamericanas porque los guatemaltecos fuimos capaces de lidiar con la crisis de una manera más efectiva y creativa que el resto de nuestros vecinos, a pesar de los errores y agravios del Gobierno. Lo pudimos hacer, a pesar del peor medioambiente de criminalidad. A pesar de la incertidumbre de un gobierno más interesado en llenar sus arcas que en crear un ambiente favorable a la inversión y el crecimiento. A pesar de la amenaza constante del aumento de impuestos. A pesar de que el Gobierno nos dejó más endeudados. A pesar de la diatriba antiempresarial de la pareja presidencial. A pesar de los arrebatos solidarios del cierre de fronteras con Honduras. Etcétera, etcétera, etcétera. Y el año nuevo vendrá con sus propios retos, comenzando por un anunciado incremento de 8 por ciento en el salario mínimo.
Hay poco o ningún mérito en la gestión oficial. Esa es la triste realidad. Meterse a arreglar el bajo poder adquisitivo de los salarios aumentándolos por decreto es como pedirle a un carnicero que haga una cirugía del corazón. La operación podrá ser un éxito, pero a costa de la vida del paciente. No se vale saludar con sombrero ajeno. De no ser por la admirable actividad empresarial y por el tesonero trabajo de los guatemaltecos, este país estaría mucho peor. Los gobiernos rara vez han contribuido a crear un ambiente favorable, y este no ha sido la excepción.
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