Yemen: ¿Otra caja de Pandora para Washington?
A ciegas, en el mejor de los casos, por la humareda que envuelve aún al intento de atentado en el vuelo a Detroit, la Casa Blanca de Barack Obama y el propio presidente han intentado convencer sobre dos gruesos supuestos: el primero, que el país se enfrenta a un complejo clan del terror llamado Al Qaeda de la Península Arábiga o AQAP según sus siglas en inglés. El segundo, que frente a estos desafíos esta administración no tiene ni tendrá nada que la asemeje a la anterior de George Bush.
Es un sendero complicado. Obama acabó por aceptar que EE.UU. está en guerra, un concepto que venía eludiendo, del que su antecesor se había adueñado de modo patológico, pero que la oposición republicana le exigía que proclame desde que se supo del atentado fallido. El demócrata lo hizo, y puso en el blanco a la oscura banda asentada en Yemen para eludir el slogan de guerra antiterrorista. Es decir, reaparece Al Qaeda pero ésta sería otra, con la que se está en guerra, no está Osama bin Laden, pero hay un santuario a bombardear que es donde se habría entrenado el terrorista del avión.
El pantano en el que se hunde esa retórica tiene alcances políticos mayores. Obama viene de lograr una gran victoria con su plan de salud, que fue la batalla que le erosionó la popularidad. Ese triunfo tuvo el mérito de que lo coronó antes del inicio de este año de cruciales comicios de medio término en noviembre, el mayor test de su gobierno. Hasta ahora en la agenda 2010 la Casa Blanca solo había anotado políticas contra la desocupación, la principal preocupación de los votantes. Los últimos índices vinieron auspiciosos para el gobierno, con un desempleo alto de 10% pero que no ha crecido. Sólo se necesitaba calma para avanzar con políticas que permitieran revertir ese desafio.
El episodio de Detroit amenaza complicar esos vientos. Eso es así tanto por las fallas de la inteligencia como por la confusa y amañada información que se está manejando sobre quién es quién en esta historia. Veamos: Yemen es el país más miserable del mundo árabe, peor que Afganistán, que fue la sede original de la banda de Bin Laden a la que atribuyen los atentados del 11-S de 2001. Desde la reunificación en los '90, Yemen, como la comarca afgana, se hunde en una corrupción devastadora, ausencia de seguridad, poder tribal y un gobierno autoritario enmascarado como democrático, que encabeza desde hace 30 años el prooccidental Ali Abdullah Saleh.
El país, que tiene la mayor tasa mundial de armas ligeras respecto a la población y es estratégicamente más importante que Afganistán debido a que es la puerta del Golfo de Aden hacia el Mar Rojo –ruta de más de tres millones de barriles diarios de petróleo–, vive una guerra civil con dos vértices. En el norte combate una tribu shiíta separatista con alianzas críticas con Irán. Y en el sur, que antes de la unificación era comunista pro soviético, se extiende un páramo miserable, dominado por contrabandistas, narcos y fanáticos religiosos incluyendo partidarios de Osama.
Con total desfachatez, el gobierno de Saleh, en plan de obtener recursos, ha denunciado que los shiítas del norte son aliados de los terroristas sunnitas del sur, mezclando a Irán con el wahabismo de Al Qaeda, un imposible histórico por el enfrentamiento a muerte entre esos bandos. Pero estas maniobras filibusteras no son la cuestión central. Si en Occidente hay una legión de analistas que afirma que esta nueva versión de Al Qaeda se ha venido fortaleciendo en la Península Arábiga, en Yemen la historia la pintan de otro modo. Allí se sostiene que buena parte de la actividad terrorista es oportunista y fomentada por algunos funcionarios como parte de las políticas para lograr el favor internacional, o sea dinero. El analista Moneer al Mawari escribió hace un año en el Yemen Times: "el régimen mantiene la simulación de Al Qaeda como mantiene la simulación de la democracia. La nueva 'Al Qaeda en Yemen' (la ahora AQAP), es una mortífera marioneta creada para satisfacer las expectativas de Occidente". El ex canciller yemení Abudullah al Asnag aportó más para esta confusión: "Los elementos terroristas no son afiliados a Al Qaeda, están vinculados a jefes tribales y hasta al partido de gobierno".
La violencia en Yemen esconde y a la vez revela una cadena de negocios ilegales. De ahí que ahora que Washington ha decidido hacer verdad este extraño mito, el dictador ha pedido moderar la operación temeroso de que una ofensiva de magnitud le descalabre el imperio. La última declaración del gobierno es sugestiva. Sostiene que el terrorista de Detroit, el nigeriano Umar Farouk Abdulmutallab no fue reclutado en Yemen sino en Londres. Y que efectivamente estuvo en ese país árabe con el clérigo integrista Anwar al-Awalaki, el mismo que fue vinculado con el militar norteamericano de origen palestino que mató a 13 personas en un cuartel de Texas. Según el régimen, Awalaki murió en un reciente combate.
El dato refuerza las enormes dudas que se han acumulado respecto a sobre qué se habla cuando se menciona a Al Qaeda. El médico jordano que se inmoló matando a ocho agentes de la CIA en Afganistán el 30 de diciembre, triunfó donde Abdulmutallab no pudo. No es claro si la red sobrevuela estos ataques. La mujer del jordano, autora de un libro titulado con asombro "Osama Bin Laden, el Che Guevara del Este", declaró con admiración que su marido tenía un enorme odio hacia EE.UU. Eso y un guía espiritual fanático parece suficiente.
Al Qaeda es un laberinto que puede no ser grato para quienes lo mentan. Un ejemplo es la organización sunnita Jundullah, que nació en el Baluchistán iraní. Hay sospechas y testimonios (Seymour Hersh, The Sunday Telegraph) incluyendo a ex agentes de la CIA que afirman que el grupo, que produjo un reciente y sangriento atentado contra la Guardia Republicana iraní, tiene apoyo de EE.UU. desde las épocas de Bush. Pero también estaría vinculado con la inteligencia de Pakistán, un país que no está enemistado con los Talibán y que respaldó a la dictadura afgana que protegió a Osama bin Laden. Según los críticos de Washington, un sofisma resolvería que Jundullah, fondeado por Occidente, es una parte de Al Qaeda o quizá viceversa. Pero eso puede ser un atrevimiento.
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