California ya no es el estado de oro
Dalton Trumbo (1905-1976) fue el héroe de la extrema izquierda estadounidense gracias en parte a su obra pacifista "Y Johnny cogió su fusil". El título de Trumbo era una modificación de la letra "Johnny coge tu fusil" de la canción de la Primera Guerra Mundial "Over There". El "Johnny" de Trumbo resulta horriblemente mutilado en esa guerra. Ahora necesitamos una novela titulada "Y Berkeley agarró su progresismo". En su defecto, nos queda la crónica de Tad Friend en el New Yorker del 4 de enero acerca de la mutilada Universidad de Berkeley.
California, el laboratorio del progresismo, va a la deriva empujada por un colosal déficit presupuestario. De manera que los presupuestos de la Universidad de California se redujeron un 20 por ciento. Entonces, el sistema aumentó las tasas de las matrículas de los estudiantes del estado un 32 por ciento hasta los… 10.302 dólares. Pero eso todavía está un 70 por ciento por debajo de las matrículas de Stanford y las demás instituciones privadas de California que Berkeley no considera mejores.
El septiembre pasado, informa Friend, 5.000 empleados y estudiantes de Berkeley se concentraron en Sproul Plaza, escenario de las protestas que encendieron la década de los 60 y que ayudaron a convertir en gobernador a Ronald Reagan. Algunos de los manifestantes, dice Friend, "estaban desnudos, excepto por un cartel que rezaba 'TRANSPARENCIA PRESUPUESTARIA'". Durante una reunión, un "coordinador estudiantil" utilizaba un proyector para resumir las propuestas, que incluyen: "huelgas de trabajo"; "nacionalizar todas las universidades"; "revolución socialista"; "un zona de acampada en Sacramento", "crear Juntas de Dirección oficiosas"; "ocupar la sede del Wells Fargo Bank del centro de Oakland"; "control obrero-estudiantil de la universidad"; "huelgas en marzo"; "actuar ahora y a la mierda con marzo"; "el capitalismo es malo". Hacia el final de la reunión de siete horas de duración, los participantes gritaban "¡Huelga general! ¡Huelga general!"
En su impacto sobre la institución, y sobre los estudiantes que tratan de ascender por los peldaños más bajos de la movilidad social, la crisis del sistema de la Universidad de California es triste. Este curso académico, sólo la sexta parte del número normal de los nuevos docentes ha sido contratada por Berkeley. El sistema de Cal State – los centros afiliados a los campus de la Universidad Estatal de California – matriculará este curso 40.000 estudiantes menos que el pasado. Pero dado que el profesorado es mayoritariamente progre, es justo en términos generales que tenga que apechugar con las consecuencias de su progresismo, que incluyen lo siguiente:
Kevin Starr, autor de una historia de ocho tomos – hasta ahora – del Estado (antes) Dorado, dice que California está "al borde" de convertirse en algo sin precedentes en América – "un estado fallido". William Voegeli, escribiendo en el Claremont Review of Books, dice con crudeza que "Roma no fue saqueada en un día, y California no se convirtió en Argentina de la noche a la mañana". Desde luego.
Hicieron falta años del prurito redistribuidor del progresismo para dar lugar a un impuesto sobre la renta tan acusadamente progresista que provocó la espantada del estado de los creadores de riqueza: "Entre 1990 y 2007", escribe Voegeli, "alrededor de 3,4 millones de estadounidenses más se mudaron de California a alguno de los 49 estados restantes de los que se mudaron a California desde otro estados".
Y el impuesto del estado – progresismo en estado puro – agrava los efectos de los ciclos económicos sobre la recaudación: durante los ciclos de expansión, la recaudación se dispara y estimula el gasto público; durante los ciclos de contracción, la recaudación disminuye, pero el gasto público sigue creciendo. Voegeli dice que si el gasto de California no hubiera crecido por encima del crecimiento de la población y la inflación de 1992 a 2006, habría sido 65.000 millones de dólares inferior en 2006, y el interés del gasto público per cápita habría igualado entonces no los de Somalia o Mississippí, sino el de Oregón, que no es en absoluto "un paradigma infernal de darwinismo social".
Hicieron falta años de la manía del progresismo por controlar todos los aspectos de la vida cotidiana mediante alambicadas regulaciones para hacer que la economía otrora creativa de California recordara a un Gulliver inmobilizado por las muchas sogas de los liliputienses. El estado, que entre 1990 y 2007 perdió el 26 por ciento de sus empleos industriales y el 35 por ciento de sus empleos en alta tecnología, sólo es superado por Nueva York, otro de los laboratorios del progresismo, en número de viajes fuera del estado que hacen las mudanzas.
Hicieron falta años de progresismo compasivo para que el menú de bienestar social de California contribuyera a que el estado se convirtiera en importador de la pobreza de México. Hicieron falta años de progresismo servil para convertir al estado en lo que Voegeli llama "una sindicatocracia", dirigido por y para los funcionarios públicos sindicalizados, como los funcionarios de la seguridad pública que pueden jubilarse a los 50 y percibir el 90 por ciento del salario bruto del último año trabajado de por vida.
Friend informa que cuando finalizó la reunión de siete horas, la manifestación se trasladó a la residencia del presidente de la Universidad. Dos autobuses transportaban "un centenar de estudiantes de Berkeley y miembros de la Federación Americana de Funcionarios Municipales, Condales y Estatales". Perfecto.
La Federación es uno de los motivos de que los funcionarios públicos de California – su número creció un 24 por ciento entre 1997 y 2007 – sean los mejor remunerados del país. Y de que la economía de California se esté asfixiando bajo el peso del gobierno. Y de que a los presupuestos del estado no les quede mucho para Berkeley.
© 2010, Washington Post Writers Group
- 23 de julio, 2015
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