Charlatanes devaluados
A mediados de los años 80 del siglo pasado, el estadista brasileño Roberto de Oliveira Campos ironizó que: "El principal acontecimiento de la segunda mitad del siglo XX es la muerte del socialismo en el mundo; sólo que en Latinoamérica y África aún no se han dado cuenta".
Efectivamente, el socialismo -especialmente su rabiosa variante comunista- inició su merecida extinción, hundido por el peso de sus repetidos fracasos.
Para los años 90 apenas sobrevivían regímenes fósiles como Corea del Norte; y la cárcel flotante de los hermanos Castro, empeñados en mantener a Cuba con un siglo de rezago -tal como estuvo durante todo el siglo XIX.
Algunos países iberoamericanos experimentaron una euforia de reformismo mal aplicado, parcial, torpe y corrupto; que fue agudamente descrito por el recién fallecido presidente venezolano Rafael Caldera -señor digno que jamás avergonzó a su patria- como "remodelar una casa con la gente viviendo adentro".
Ante los consiguientes fiascos, en países muy vulnerables surgió una peste de charlatanes, afincados en la desesperación, impaciencia y desorientación de grandes segmentos de la población.
Esos oportunistas, desprovistos de ideales o de contenido ideológico, encubrieron resentimientos y desquiciadas ambiciones con un velo que bautizaron con el nombre de "socialismo del siglo XXI": rancia y fraudulenta receta que cual franquicia venden -junto a postalitas del Che- los moralmente exhaustos Castro, a cambio de apuntalar su estancado experimento, más ruinoso que vieja casa habanera.
Con aquel disfraz arropan complejos, locuras y culto a la personalidad para vender sus imágenes ante izquierdas coprófagas en Norteamérica y Europa. Buscan lo que jamás tendrán: respetabilidad.
Pero ha pasado una década desde que esa gavilla estrenó el agotado libreto; y este nuevo "comunismo" ya tiene cara de alegría de tísico, efímero sarampión y estertor final, con mucho ruido y pocas nueces.
Ya destiñen las ubicuas vallas que embuten la jeta del máximo líder a todos los rincones. Casi todas exhiben lamparazos de pintura, casi siempre dirigidos a la boca.
Ya saltan costuras de economías anárquicas, organizadas tan sólo para alquilar apoyos que ni el propio rey Midas podría sostener.
Continúan las huidas hacia adelante, y aquellos regímenes devaluados, de espíritu canceroso y pies de barro, requieren cada vez mayores dosis de morfina económica para ocultar su intrínseca debilidad. El 2010 amanece con cara de sábado cochinero para los zombis comunistas del pasado siglo.
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