La ‘guerra’ contra las drogas
La Prensa, Panamá
Estados Unidos tiene ya más de una década dedicada a la “guerra contra la droga”. En ese programa involucraron a militares que se habían quedado huérfanos de guerra (ya que la “Fría” se disipó con la caída del Muro de Berlín), sobre todo a los de su Comando Sur, cuyo teatro incluye las Américas e islas del Caribe.
Al medir los resultados es bastante obvio que la guerra fracasó, se perdió hace muchos años… pero la opción es tan difícil de aceptar, y riesgosa, que seguimos en la guerra fracasada.
Frente al horrendo problema de seguridad que produce la guerra fracasada, cada candidato a la Presidencia –de cada país de América– promete con tono de puro macho que aplicará “¡mano dura!”. A la mayoría de los votantes les parece esto bien, subiendo su popularidad, a la vez que los fulos se entusiasman con tan buenos candidatos.
Luego de las elecciones, el presidente ganador asigna al más ‘macho’ de su equipo, al Ministerio encargado del tema… pero a los meses se tiene que tragar todas sus palabras cuando la violencia se multiplica, las escapatorias de las cárceles se multiplican, la corrupción dentro de las fuerzas de la seguridad se multiplican… y un larguísimo etcétera.
El país símbolo de estos hechos de la guerra contra las drogas es México. El presidente Calderón, re-declaró una nueva guerra incorporando esta vez al Ejército. Los primeros días la declaratoria fue popular, pero luego, cuando se acumularon los muertos y se incrementó la violencia, fue perdiendo su respaldo. El domingo 17 de enero, en Mosaico, un magnífico artículo de Mario Vargas Llosa titulado “El narcotráfico, el otro Estado” describe, con su acostumbrada claridad, el problema y su posible solución. Hay varias lecciones claras respecto al problema:
1. La solución NO es militar
2. El problema NO se resuelve con una lucha frontal, abierta, a la luz del día como si fuera una guerra contra otro país.
3. Es un asunto policial en que hay que usar las mismas estrategias y tácticas que las del contrario. Hay que actuar en las sombras, penetrando con inteligencia y apoyándose en la comunidad. Sin el apoyo de la comunidad no hay forma de lograr nada.
4. Hay que convocar a la sociedad y armar un plan integral que sea propiedad de toda la ciudadanía, sabiendo que el problema llegó para quedarse. Al morir un capo, éste es sustituido por otro. Mientras que los países del norte sigan consumiendo y el negocio sea fantástico, nosotros pondremos los muertos.
No parece que hay otra que la descriminalización, que sólo es posible mediante un acuerdo iniciativa de los países del norte. Ya se va formando una corriente de consenso; Vargas Llosa opina así. The Economist editorializó en este sentido y así van opinando cada día más sociólogos, profesores, juristas y científicos. Incluso, algunos países han legislado en este sentido; Holanda, Portugal y otros… y en Estados Unidos –según escribe Jorge Castañeda (ex canciller mexicano)– el procurador Eric Holder no aplicará la Ley Federal en aquellos Estados que descriminalicen; ya New Jersey y California lo han hecho. Como escribe Vargas Llosa, la descriminalización entraña peligros. Por eso las sumas enormes dedicadas inútilmente a la represión deben redirigirse a políticas sociales, educativas y de rehabilitación.
La decisión es difícil, sobre todo porque hay organizaciones y poderosos que viven de la represión y de la “guerra”.
Todos tenemos que abrir los ojos y darnos cuenta de que la solución es otra, y atrevernos a promoverla.
- 23 de enero, 2009
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