Chile: Repensando la Alianza
Mucho se ha escrito y debatido en los últimos días sobre lo que debería hacer la Concertación para sobrevivir y volver a ser un referente político gravitante. Pero nadie se ha preguntado por los desafíos que enfrenta la Alianza. Porque ser oposición no es lo mismo que ser gobierno.
Todo gobierno tiene un poder enorme para fijar la agenda e influir el debate, y en particular en Chile, con su presidencialismo exacerbado. Los gobiernos de la Concertación en los últimos 20 años han usado el megáfono del aparato estatal con verdadera maestría para encerrar a la oposición en votaciones maniqueas: hay buenos y malos, hay quienes están a favor o en contra de los pobres, etc. Pero eso cambió porque perdieron el poder, aunque nadie debiera subestimar su capacidad comunicacional, en lo que son verdaderos astros.
El dilema de la Alianza, entonces, será si continuar encerrada en el debate sobre los ejes impuestos por la izquierda -como la igualdad, la protección social o "más Estado"-, o bien salir a vender sus ideas, como son la iniciativa y responsabilidad individual, la economía de mercado y el emprendimiento, o la familia y los valores, que son los ejes que, al fin y al cabo, campean en los países que han sido exitosos en el mundo.
Las razones para salir a defender las propias ideas son bastante evidentes. En primer lugar, ¿para qué se está en política, sino para lograr que ellas prevalezcan? Porque si para tener el poder hay que simular que se hace lo que quieren los otros, mejor que lo tengan ellos. En segundo lugar, nunca se tendrá mejor oportunidad para propagar esas ideas que cuando se adquiere el poder, y las oportunidades no hay que desperdiciarlas.
Y en tercer lugar, porque el terreno está fértil. Existe la idea que Chile tiene un fondo de izquierda y ello ha tenido mucho de cierto, pero el país está cambiando. Desde luego, los chilenos eligieron sin trauma a un candidato de centroderecha, lo que no acontecía hace 50 años, cerrando la puerta a un postulante que se desplazó a la izquierda y que habló sólo del Estado.
Pero hay otros indicios de que el "sustrato cultural", ese que determina las visiones políticas del ciudadano, está mutando. La encuesta Bicentenario Adimark UC sorprende con un relato en que la mayoría de los chilenos cree en el esfuerzo personal, en la responsabilidad individual, en la iniciativa empresarial privada frente al Estado, en el trabajo duro para salir de la pobreza, etc. Por su parte, encuestas de LyD, a propósito del paro de profesores, muestran que los padres -en porcentajes que superan el 80%- a igual precio y distancia preferirían un establecimiento particular subvencionado a uno municipal para sus hijos, y que también estarían dispuestos gastar más en la educación de éstos.
Perseverar en la agenda que no es propia afecta la credibilidad. La gente está más dispuesta a creerle a los políticos de la Alianza cuando aseguran que van a dar más empleo, que van a administrar mejor el Estado o meter presos a los delincuentes, que cuando dicen que van a ser socialmente más justos. Si votan por ellos, es porque quieren lo primero, no lo segundo.
La derecha (como no le gusta que la llamen) tiene que pensar muy bien lo que hará de ahora en adelante. Si trata de hacer un gobierno agitando las banderas de la izquierda, pudiera estar cometiendo un grave error: la gente a igual precio terminará comprando el original y no una mala copia. Dependerá de ella si el gobierno que se inicia es un nuevo ciclo político de 20 años o un mero paréntesis de cuatro.
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