Haití: un desafío para Obama que marcará su relación con la región
El sismo de Haití implica un desafío importante para la política de Estados Unidos hacia América latina. Se trata de la mayor catástrofe humanitaria que ha tenido lugar en la región en muchos años. Además, la sufre el país más pobre de ella, que racialmente es africano, con lo cual lo que suceda alcanza al continente más pobre del mundo, al cual Obama, hasta por su origen familiar, ha dado mucha importancia.
A ello se agrega que para EE.UU., lo que suceda en Haití es también un problema interno en la medida en que la catástrofe humanitaria puede impulsar la inmigración haitiana ilegal hacia el territorio norteamericano.
Primero, Obama anunció el envío de 2.200 marines, después de 5.500 hombres; luego la cifra escaló a 10 mil, y finalmente, el despliegue militar alcanzó los 13 mil, dada la magnitud de la catástrofe y el aumento del caos y la violencia.
Es paradógico que el grado de solidaridad internacional se mida, entre otras variables, por la cantidad de tropas que se envían. Es que sin restablecer la seguridad, la violencia descontrolada generada por la desesperación hace imposible la asistencia y precipita el caos anárquico. Por esta razón, las Naciones Unidas requirieron un incremento de 3.500 hombres para la fuerza de paz que actúa en el país, y Brasil respondió rápidamente anunciando el envío de 800 hombres más, que se suman a los 1.300 que ya tenía desplegados en el país.
EE.UU. ha podido justificar así, la reactivación de la IV Flota y rebatir los argumentos de Venezuela y sus aliados de que se pretende ocupar militarmente el país.
La forma como las tropas de EE.UU. comenzaron a manejar la crisis ha generado críticas de otros países, especialmente de Francia, históricamente vinculada a Haití por los lazos coloniales. Cabe recordar que se trata del único país franco-parlante de la región.
La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, se hizo presente en el país para coordinar la ayuda con el débil gobierno haitiano y la fuerza de las Naciones Unidas que viene actuando en el país desde hace años.
Esta catástrofe tiene lugar en el único país latinoamericano que realmente es un Estado fallido. Se trata de esos países, en su mayoría africanos, donde el Estado está incapacitado de cumplir sus funciones esenciales y en consecuencia bandas de delincuentes, terroristas o insurgentes ocupan su lugar.
La crisis que se precipitó con el desplazamiento del presidente Jean Baptiste Aristide, ya hace más de un lustro, forzada por la presión internacional, llevó al despliegue de una fuerza de paz de la ONU, inicialmente bajo la conducción política de un diplomático chileno y la conducción militar de un general brasileño, que todavía continúa en ese país.
Pero que Haití no cuente con un Estado no quiere decir que no sea una nación. Los haitianos son muy conscientes de su entidad nacional, que tiene sólidas raíces.
Es el primer país latinoamericano que logró su independencia de Europa. Fue declarada el 1º de enero de 1804. Es así como la pequeña Latinoamérica de origen francés se independizó antes que la española y la portuguesa. Y se independizó cuando Napoleón era el emperador de los franceses y se encontraba en la plenitud de su poder.
Además, se trata de la única nación del mundo surgida de una revuelta exitosa de esclavos, aunque en realidad fueron las tropas coloniales organizadas por los franceses con ex esclavos las que se sublevaron contra la metrópolis. Un ejército enviado por Napoleón, integrado por 15 mil hombres, fue derrotado por los haitianos y por las epidemias.
A ello se agrega que la homogeneidad afro del país contribuye a esta sólida identidad nacional. Incluso, durante parte del siglo XIX la República Dominicana formó parte de Haití, de la que se independizó a mediados de ese siglo.
Pero se trata del país más inestable de América latina, que durante más de dos siglos de existencia no ha logrado paz interna, desarrollo económico ni progreso social.
Ya habrían muerto 200 mil personas por el sismo y estarían afectadas 3 millones. Es más de un tercio de la población total del país, de la cual el 80 por ciento está bajo el nivel de pobreza.
La ausencia de un Estado, combinada con la extrema pobreza, precipitó una ola de saqueos y violencia y una feroz disputa por el agua y los alimentos.
No será fácil hacer efectiva la ayuda internacional para tanta gente.
La comparación del monto de los rescates financieros otorgados durante la crisis económica global con el monto destinado a Haití y de la cantidad de efectivos militares enviados a Irak y Afganistán con la que ahora se envía a Haití plantea el debate sobre cómo los problemas derivados de la pobreza y el hambre siguen sin tener prioridad para la comunidad internacional.
El resto de América latina expresa su solidaridad enviando ayuda, pero con un bajo nivel de coordinación. Los países que tienen contingentes importantes en la fuerza de paz de la ONU, como Brasil y Uruguay en primer lugar, y Argentina y Chile en segundo término, cuentan con un canal más directo para enviar ayuda alimentaria y sanitaria.
Pero el país más amenazado por la catástrofe es la República Dominicana, que ocupa la otra mitad de la isla donde está el territorio haitiano. Es así como la única frontera terrestre de Haití es con dicho país, que tiene una población algo menor, un nivel de desarrollo sensiblemente más alto y una composición étnica con predominio de blancos. La situación de haitianos hambrientos y desesperados entrando por dicha frontera en el territorio dominicano puede desestabilizar a ese país.
Luego, los países de América Central y los del Caribe son los que por ubicación y dimensión pueden sufrir en mayor medida las consecuencias de la grave crisis haitiana.
Haití acentúa el debate sobre lo que está sucediendo con el medio ambiente, que puede tener consecuencias muy negativas, afectando a los países pobres con mayor intensidad.
Si bien la visión larga de la historia hacia el pasado muestra que la Tierra ha sufrido catástrofes naturales mucho más graves que las de hoy cuando el hombre no depredaba el planeta, como la desaparición de continentes, es cierto que la frecuencia de sismos, maremotos y otros fenómenos es mayor que en los siglos pasados, frente a lo cual el mundo es muy poco lo que hace, como lo mostró la reciente Cumbre de Dinamarca. En ella, los países más pobres y los que están en vías de desarrollo reclamaron mayor esfuerzo económico del mundo desarrollado para financiar las acciones necesarias para atenuar el problema.
Pero fue advertido allí lo que hoy sucede en Haití: cuando un país desarrollado sufre una catástrofe natural, como sucedió con las inundaciones de Luisiana en EE.UU., más allá de los errores cometidos, tiene mucha mayor capacidad de atenuar los efectos. En cambio, cuando la sufre un país pobre, como es ahora Haití, las consecuencias son devastadoras.
El autor es Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.
- 5 de noviembre, 2015
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