No se necesitan más regulaciones
Sorpresivamente, Obama anunció que su administración elevaría al Congreso un proyecto de ley con nuevas regulaciones para el sistema financiero. Básicamente, el objetivo de la eventual reforma, de la cual aún no se conocen los detalles, consiste en evitar que se vuelva a caer en una nueva crisis sistémica, como la producida a partir de septiembre de 2007. Para ello, las principales medidas serían:
– Las entidades no podrán invertir su capital en posiciones financieras ni realizar operaciones de trading.
– Tampoco podrán ser propietarios de fondos de cobertura ( hedge funds ), ni de inversiones en compañías en general e inmobiliarias en particular ( private equity) .
-Se pondrá límites al tamaño de los bancos, aumentando las restricciones de la relación patrimonio/depósitos.
Resulta evidente que nadie puede estar en desacuerdo con el objetivo explícito de reducir sustancialmente la posibilidad de que se generen nuevas crisis sistémicas. Sin embargo, los fundamentos, la oportunidad y las medidas sugeridas merecen serios cuestionamientos:
De acuerdo con Obama, "el responsable de la crisis ha sido el sistema financiero, el cual aún no ha cambiado sus reglas". Sin duda, la hipótesis es válida, pero sólo parcialmente. En efecto, existen otros "partícipes necesarios": fondos especulativos no pertenecientes a las entidades y absolutamente fuera de control, ineptitud de los reguladores de los mercados de valores y de seguros, ausencia de coordinación global, entre otros. Si no se ataca el problema en forma integral, la probabilidad de éxito será reducida.
Resulta claro que el momento elegido para formular la propuesta coincide con la derrota en las elecciones en Massachusetts, sumada a una fuerte caída de la popularidad de Obama y a un clamor creciente de la sociedad acerca de la necesidad de "castigar" al villano de la película, esto es, "el perverso sistema financiero".
Tienden a limitar y restringir la actividad, aspirando a que los bancos reduzcan su tamaño y separen sus negocios de banca comercial de las actividades de "brokerage", no descartándose el volver a la ley "Glass-Steagall". En 1933, en plena crisis del 30, esa ley obligó a las entidades a llevar a cabo jurídicamente tal escisión. Fue derogada en 1999.
Más allá de estar de acuerdo con el objetivo de la eventual reforma en reducir el peligro de nuevas crisis, existen errores que no conducen a una adecuada solución del problema.
No es limitando la actividad financiera y reduciendo obligatoriamente el tamaño de las entidades que se corregirá la situación y, menos aún, cuando las medidas responden más a una necesidad política que a un convencimiento genuino del esquema propuesto (Geithner y el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, podrían dar fe de este tema).
La solución no pasa por regular y restringir más la actividad financiera, sino por adecuarla a las nuevas condiciones de riesgo y sofisticación de los actuales mercados financieros. Caso contrario, el remedio podría ser peor que la enfermedad.
El autor es economista, director de Fimades
- 23 de enero, 2009
- 28 de diciembre, 2024
- 16 de junio, 2012
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