Chávez: ¿cristiano y marxista?
Hugo Chávez hizo una especie de confesión en enero, en su discurso anual ante el Congreso de Venezuela. La noticia bomba dio la vuelta al mundo. Es sano medir las implicaciones de la revelación, aunque, característicamente, sea una frase críptica. Sus palabras exactas fueron las siguientes: “Por primera vez asumo el marxismo, como asumo el cristianismo… El marxismo es la teoría más avanzada de la interpretación científica de la historia, de la realidad y es, sin duda, la más avanzada propuesta hacia el mundo que Cristo vino a anunciar aquí en la Tierra.”
La primera parte de la frase es pan comido, pues Hugo Chávez es (o era) católico, aunque consistentemente ataca a la Iglesia Católica, incluso de “inmoralidad”. Por otra parte, canaliza fondos a pastores evangélicos afines a la revolución bolivariana y antagoniza a otros, al tiempo que fomenta las prácticas paganas y supersticiosas. Como dice el Rev. Samuel Olson en Venezuela, Chávez quiere ser todo para todos. Al final, asumir la fe públicamente es notorio por cuanto su padrino, Fidel Castro, escogió la vía del ateísmo.
El elemento jugoso es la segunda parte de la ecuación: se autodefinió marxista. La oposición ya lo había acusado de izquierdista, marxista, socialista, revolucionario y populista, señalando como evidencia no sólo sus políticas radicales sino también la amistad que le une a personajes como Castro, Gadaffi y Ahmadinejad. Sin embargo, él posiblemente no había confesado ser seguidor de Karl Marx porque, hasta este momento, no le convenía hacerlo.
Antes se escudaba en su nacionalismo. Hugo Chávez ha enarbolado el “bolivarianismo” como una ideología política alternativa y novedosa. Precisamente, la imprecisión ideológica es una estrategia del populismo, según Carlos Sabino y otros autores. Por ejemplo, Perón promovió el ambiguo “justicialismo” en Argentina como un sendero entre el colectivismo y el individualismo, insistiendo en que fuese un pensamiento flexible y vago. Hoy, la doctrina de Simón Bolívar, definida al antojo del régimen, debe ser la base de todos los programas educativos. Fuertes castigos recaen sobre escuelas o medios de comunicación que difundan “doctrinas contrarias”. Finalmente, Chávez admitió que el bolivarianismo tiene corazón marxista.
La última oración es bastante enredada. ¡Es la bomba nuclear! Chávez afirma que el marxismo es ciencia, de hecho, la más verdadera teoría científica. Ninguna otra interpreta tan bien la historia y la realidad. Pero no sólo eso: es la más “avanzada propuesta…que Cristo vino a anunciar…”. Si el marxismo es la encarnación científica de la Buena Nueva, Cristo debió haber empuñado el AK-47 y Marx debió haber renunciado a su ateísmo. Es propio del populismo hacer de la política una religión, y dotar al líder carismático de cualidades mesiánicas. El lenguaje de Chávez no es de locos ni bobos: es peligroso. No tardará en revelarnos que es el nuevo profeta, o el mismísimo Mesías, que volvió a la Tierra con boina guerrillera para sembrar el conflicto social en América Latina.
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