Limpieza necesaria
El Heraldo, Tegucigalpa
(Puede verse también El ejemplo de Honduras por Alberto Benegas Lynch (h))
El bipartidismo hondureño ha sido garante durante décadas pasadas de una estabilidad partidaria que solo encuentra su comparación en el sistema político de los Estados Unidos. Con su sistema de elecciones preliminares da la posibilidad de que varias corrientes compitan pacífica y democráticamente dentro de los dos partidos, para luego unirse detrás de un solo candidato. Esta estructura les da la característica de verdaderos partidos populares, tanto el Partido Nacional como el Partido Liberal.
Partidos populares siempre han hospedado diferentes corrientes políticas dentro del margen de su ideología. Eso les permite ser verdaderos partidos populares y atraer a toda una sociedad, uniéndola en armonía social, y así, ser garante de paz social y estabilidad política.
Pero ¿qué pasa si una de estas corrientes rompe el margen ideológico de su partido volviéndose radical? El ejemplo del Partido Liberal de Honduras nos da una clara respuesta. La corriente del ex presidente Zelaya se fue radicalizando durante su período hasta tal extremo que ya no tenía absolutamente nada que ver con el liberalismo, ya que se solidarizó totalmente con el socialismo del siglo 21 promovido por Hugo Chávez. Recuerdo muy bien aquella tarde cuando Zelaya congraciándose con Hugo Chávez declaraba: "Somos un partido de centro-izquierda, y si quieren, dejamos el centro, ¡somos de izquierda!"
Él mismo lo había dicho inconscientemente: en este momento el Partido Liberal había dejado de ser un partido popular y estaba por convertirse en un partido radical socialista. Pero esa no era la realidad partidaria. Este socialismo representaba nada más una débil corriente entre varias corrientes liberales. Las fuertes estructuras partidarias del Partido Liberal junto con sus estatutos bien definidos no permitían este apoderamiento radical.
Zelaya ya es historia y pronto estará gozando de su privacidad en México, pero en el Partido Liberal quedarán sus huellas. Para que no vuelva a radicalizarse el partido, para que el Partido Liberal se merezca realmente su nombre y regrese al camino del liberalismo popular, es ahora el momento de borrar esas huellas socialistas internas y expulsar a todos aquellos que aún no han entendido qué significa ser liberal.
Las corrientes radicales ponen en peligro el bipartidismo que tanta estabilidad había garantizado. La crisis del año pasado y la derrota liberal del 29 de noviembre que sufrió este partido, fue gracias a esta corriente radical zelayista. Las corrientes radicales nunca pueden ser populares; deberán de exiliarse en un nuevo partido para no engañar más al pueblo votante escondiéndose dentro y detrás de los grandes partidos populares.
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