Los cuatro enigmas del presidente Funes
Pareciera que la popularidad del presidente Funes emerge de la imagen que se ha erigido de defensor de la moderación democrática en contra de los extremismos del FMLN. Esta imagen, que lo beneficia mucho porque la población de El Salvador es moderada en sus convicciones políticas y económicas, se fortalece cada vez que el presidente aleja a los lobos del FMLN, que quieren atacar la democracia y convertir al país en un satélite del dictador de Venezuela, Hugo Chávez, en contra de la opinión del 82 por ciento de los salvadoreños.
Casi no pasa una semana sin que miembros del FMLN en cargos elevados de gobierno digan o hagan algo orientado a entregar el país a Chávez, y sin que inmediatamente salte el presidente a decir que no va a permitir que el Socialismo del Siglo XXI se instale en el país. Pareciera que el presidente no descansa por estar vigilando continuamente a sus ministros y funcionarios. Esto parece que ha convertido al presidente en un héroe de la democracia ante el pueblo salvadoreño.
Pero hay varias preguntas que surgen al ver esta comedia diaria: Primera, ¿qué está haciendo el presidente para que sus palabras de moderación tengan efecto en un gabinete lleno de extremistas del FMLN? Segunda, si el presidente Funes es un demócrata, ¿por qué llenó y mantiene lleno su gabinete de enemigos de la democracia? Tercera, ¿no sería mejor que nombrara ministros que estén de acuerdo con su línea de pensamiento? Eso le evitaría tener que estar saltando cada día para desautorizar a sus ministros y funcionarios.
La verdad es que el presidente no está haciendo nada para defender la democracia. Mientras él desautoriza a los extremistas día a día, ellos manejan el gobierno, llenando sus posiciones con activistas dispuestos a destruir la institucionalidad democrática del gobierno y abriendo las puertas para que funcionarios cubanos controlen funciones claves del Estado salvadoreño. El presidente está jugando un papel como el de la mamá que grita continuamente a su hijo malcriado, que respete los muebles de los vecinos que está visitando sin hacer nada para evitar que el niño los destruya. Por el momento, los vecinos le creen que quiere detener al niño malcriado. Eso la hace popular.
El segundo enigma es cuánto le durará esta popularidad. Hay un momento en el que este tipo de juegos se descubre, en el que los hoyos en las calles hacen reflexionar a la gente, en el que la explosión incontrolada del crimen, el desempleo y el sufrimiento económico hace que la gente se pregunte por qué no está haciendo nada el gobierno, un momento en el que la gente compara con lo que era antes, bajo otros presidentes. Hay mucha gente que ya se hace estas preguntas pero que todavía excusa al presidente porque, se dicen a sí mismos, este es el precio que él está pagando por lograr llegar a la presidencia. Obviamente, el FMLN le dio sólo una limitada libertad para poner a unos cuantos ministros en el área económica, mientras el partido mismo se reservó los ministerios con control territorial, que son los que proporcionan los instrumentos del poder político. Era claro que él no iba a mandar. El poder real lo tendría el FMLN. Lo más que puede hacer el presidente Funes es regañarlos. No puede controlarlos ni quitarlos. Pero entonces surge otra pregunta: ¿por qué corrió el presidente Funes para el puesto si sabía que el poder no lo tendría él? Preguntas como estas, asociadas todas con la frustración del pueblo ante la incapacidad de acción del presidente, no pueden menos que erosionar la popularidad de Mauricio Funes.
El tercer enigma es si la popularidad del presidente importa. Al fin y al cabo, ¿de qué sirve que sea tan popular si no puede cambiar a sus ministros? ¿Qué poder tiene si lo único que puede hacer es regañarlos con palabras que les entran por un oído y les salen por el otro? Como lo he notado en otras oportunidades, el presidente Funes es muy popular, pero al mismo tiempo es un presidente extremadamente débil.
El cuarto enigma es el más grande, el más importante: ¿Podrá el presidente reafirmar su poder y poner al FMLN en cintura, no con palabras, sino con acciones? ¿Podrá ser un verdadero presidente? La respuesta a este enigma dará la clave con respecto al éxito o al fracaso de su presidencia. No le queda mucho tiempo para hacerlo antes de que el desencanto comience a erosionar su capital político.
El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.
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