El presidente y los republicanos
El Presidente Obama hizo lo correcto al conversar con los republicanos del Congreso el viernes 29 de enero en Baltimore. Los cínicos puede que digan que fue teatro político, pero yo sospecho que el público apreció el intercambio.
Al presidente se le dio un folleto de 26 páginas que contiene ideas republicanas sobre la economía, empleos, energía y seguridad nacional. Esto debe poner fin a la ficción de que los republicanos no han presentado ideas sobre éstos y otros temas. Si el presidente quiere demostrar que está en busca de temas de interés mutuo en vez de evadirlos con los republicanos debería de al menos adoptar una idea republicana y empujar a la mayoría de su partido en el Congreso a seguirlo.
“Yo no soy un ideólogo,” dijo el presidente, pero sí lo es. Dictionary.com define “ideólogo” como “una persona que celosamente defiende una ideología”. El Presidente Obama se describe a sí mismo como “progresista”. Un progresista es algo de principios del Siglo Veinte. Los progresistas creen en una jerarquía intelectual que es la que decide qué es lo que más conviene a las masas “no informadas”. Ellos usan el gobierno para imponer sus opiniones mundiales a otros. Los progresistas generalmente buscan cómo darle vuelta a la Constitución y a su base filosófica, la Declaración de Independencia, porque ven estos documentos como impedimentos para sus objetivos. Observen el comentario que la Presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, hiciera a la prensa sobre la reforma al seguro de salud: “Atravesaremos la reja. Si la reja está cerrada, entonces saltaremos la cerca. Si la cerca es muy alta, la saltaremos con una pértiga. Si esto no funciona, entonces iremos con paracaídas.” Al diablo con la Constitución; al diablo con el pueblo. Esta es la actitud de los progresistas.
Los progresistas usan el código de impuestos para poner en vigor su enfoque utilitario del mundo. Ellos creen que si yo gano más dinero que otros, yo “les debo” a los otros. El presidente ilustró esto en respuesta a una pregunta del Representante por Indiana Mike Pence, que propuso rebajas generales (across-the-board) de impuestos para impulsar el crecimiento económico. El presidente respondió, “Lo que usted puede considerar como rebajas generales pudieran ser, por ejemplo, rebajas más grandes para gente que está ganando miles de millones de dólares. Puede que yo no esté de acuerdo en una rebaja para Warren Buffett”.
Aquí tenemos uno de los abismos entre los progresistas liberales (algunos de los cuales son republicanos) y los conservadores. En vez de alentar a la gente a emular los principios que han hecho exitoso a Warren Buffett, los progresistas quieren castigar el éxito y redistribuir la riqueza. Otro presidente durante la era progresista no aceptaba esto. Calvin Coolidge dijo, “El camino acertado y correcto a seguir en cuanto a los impuestos es no destruir a aquellos que ya han tenido éxito, sino crear condiciones bajo las cuales todo el mundo tenga una mejor oportunidad de tener éxito”.
El Presidente Obama no piensa así. El no ve el gobierno como un último recurso, preservando la libertad a fin de que los ciudadanos puedan llegar al nivel que su carácter, educación, talento y persistencia les permita. Más bien, él ve a los necesitados como la norma y a los ricos como una fuente de ingresos para la cara e irrealizable agenda de él y sus compañeros progresistas.
Sin embargo, es difícil no estar de acuerdo con lo que el presidente dijo al comenzar a los republicanos: “Yo no creo que el pueblo estadounidense quiere que nos enfoquemos en la seguridad de nuestros empleos. Ellos quieren que nos enfoquemos en la seguridad de sus empleos. Yo no creo que ellos quieran más obstáculos. Yo no creo que ellos quieran más partidismo. Yo no creo que ellos quieran más obstrucción. Ellos no nos mandaron a Washington a pelearnos unos con los otros como una especie de batalla política para ver quién sale con vida. … Ellos nos mandaron a Washington para que trabajemos juntos, para que hagamos las cosas, y para resolver los problemas que ellos están enfrentando diariamente”.
Lo que el país necesita es un verdadero debate sobre quién está mejor equipado para resolver esos problemas (y qué los creó). El público quiere oír ideas de ambas partes discutidas en una forma cortés, aunque animada. Somos conciudadanos, a fin de cuentas, no enemigos. Hay fuerzas que quieren destruirnos. No debemos ayudarlas destruyéndonos nosotros mismos con peleas partidistas que no sirven los intereses del país.
El Presidente Obama prometió continuar el diálogo público. Debe hacerlo. Es bueno para él, para los republicanos y para el país.
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