Dudas razonables: cuarto capítulo
Hoy, contrario a mi plan original, no voy a terminar esta serie de sueltos en los cuales intento hacer una aproximación, montada en las dudas que me provoca, a la hipótesis de Carlos Castresana (CICIG) sobre el asesinato de Rodrigo Rosenberg.
Quiero recalcar que el hecho de abordar estos crímenes no significa que desprecie los homicidios de tantos inocentes que quedan en el olvido. Poco importan los grupos sociales, el volumen de la cuenta bancaria, ganada o heredada, y los apellidos rimbombantes con olor a rancio, compuestos, con sonido extranjero o los de pura cepa guatemalense. En nuestro país día a día son violados los derechos de miles de personas, más allá de su extracción, debido a la falta de acción de los gobernantes. Por la vil ignorancia de quienes ejercen el poder, de sus responsabilidades primordiales. Por ser la seguridad y la justicia las cenicientas del Estado Benefactor/mercantilista.
El principal motivo de abordar estos tres casos son las circunstancias especiales que los rodean, principalmente quiénes se sospecha están detrás de éstos. Independientemente de las buenas relaciones públicas de Castresana, a la mayoría de los habitantes de Guatemala no los convenció la conveniente verdad interina de la CICIG. Por cierto, un error lógico y una obvia contradicción conceptual. Sólo por este lamentable comentario debió ser puesta en duda, no alabada.
Si usted está preparando su asesinato, ¿involucraría a dos amigos que aprecia y confía en ellos desde niño, sabiendo los riesgos que correrían? Si usted cree que su vida está en peligro, ¿buscaría ayuda y protección entre sus conocidos? ¿Pondría en orden sus pendientes por medio de un testamento? ¿Hablaría con sus seres queridos? Si está planificando el crimen perfecto, ¿por qué va a dejar tantas pistas absurdas que lleven fácilmente a los investigadores a usted? ¿Puede cualquiera comprar un producto “x”, un par de teléfonos por ejemplo, y solicitar la factura a su nombre? ¿Lo puede hacer alguien a quien no conoce? Si no quiere que quede rastro de la compra ¿la incluiría en su contabilidad?
Y para acabar esta inconclusa narración, la semana pasada Manuel de Jesús Cardona al fin decidió colaborar más eficazmente con la fiscalía y los jueces, al ampliar su testimonio anterior, ya que su ¿primera? declaración no coincidía con los datos presentados por Castresana: necesitaban que Cardona dijera que habían cobrado Q300 mil. Según Siglo Veintiuno del jueves 4 de febrero, Cardona reveló que el “jefe de seguridad de los hermanos… Valdés se quedó con Q50 mil… a él le pagaron Q25 mil y desconoce cómo se distribuyeron los otros Q250 mil”. Conveniente, pero ¿creíble?
Por cierto, si usted es sicario profesional ¿usaría su vehículo y su teléfono móvil para cometer el crimen? En fin, todo con tal de que lo dejen libre para seguir ganándose el pan de cada día: matando por contrato a creyentes e incrédulos. Usted, ¿con quienes se identifica?
- 23 de enero, 2009
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