Paraguay: Mentalidad de atraso y de miseria

Un concepto básico dice que monopolio es la situación de un sector del mercado en la  que un único vendedor o productor oferta el bien o servicio que el consumidor o usuario requiere para cubrir sus necesidades. Para que sea eficaz, no debe existir producto sustituto o alternativo alguno para el bien o servicio que ofrece el monopolista, y tampoco la más mínima amenaza de entrada de otro competidor. Eso también le permite controlar los precios.   

En la víspera hemos publicado declaraciones del ex director de planificación de la ANDE, Ernesto Samaniego, quien atribuyó el drama actual a –entre otras cosas– que la empresa estatal no realiza hace 10 años las inversiones de largo plazo, y denunció que, para dar una imagen de buena gestión, se prefirió “mezquinar” la plata para tener un resultado contable positivo, ya que las pérdidas (técnicas y no técnicas) aumentaron considerablemente, así como también la morosidad. Añadió que, al no hacer las inversiones pertinentes, tuvo ganancia, pero “se prefirió transferir recursos al Gobierno de turno antes que mejorar el servicio”.   

Seguidamente (y esto es lo más llamativo para mí), dijo que también ha existido un “poder detrás del trono” que ha sido el confabulador principal para lograr que el sector eléctrico nacional no pudiera salir del pozo y se vaya hundiendo cada vez más, “para transformarnos en un país sin destino, fácilmente manejable por los detentadores de los poderes fácticos”. La finalidad de todo, acotó Samaniego, sería llevar al sector eléctrico a una situación de “no retorno” para la venta de los activos (de la ANDE), “ya que, como se sabe, el sector energético podría ser un buen negocio para cierto grupo de poder”.   

Lamentablemente, esta clase de “sesudas opiniones” son las que han llevado al Paraguay a convertirse en el “país del absurdo”, siendo el mayor productor de energía hidroeléctrica per cápita del mundo que no puede hacer uso de la misma y, para peor, prácticamente regala a sus “socios” en las mayores hidroeléctricas del mundo y del continente sudamericano la energía que no consume.   

Samaniego no es ni será el único que piensa de esa manera. Durante toda la transición democrática hemos escuchado a políticos, sindicalistas y a supuestos técnicos que han opinado de la misma manera, pero sin ningún fundamento que pueda considerarse racional.   

En estos 21 años de etapa democrática jamás pudo prosperar una sola idea tendiente, precisamente, a buscar la manera de que el pueblo paraguayo deje de ser un mercado cautivo de  empresas estatales monopólicas como la ANDE, que no tienen por qué ser las únicas productoras o prestadoras de servicios (energía eléctrica, cemento, telefonía, agua potable, etc).   

Además, la clase política de baja estofa que seguimos soportando, influenciada por voces que lo único que buscan es que nada cambie, tampoco ha sido capaz de mirar un poco más para permitir, a través de leyes eficaces que regulen estas actividades, la incorporación del capital privado en estos sectores clave de la economía.   

No estamos hablando de capitalización o privatización, sino de establecer reglas claras del juego y, sobre todo, estabilidad y seguridad jurídica que posibiliten al Paraguay tener opciones para romper el nocivo sistema de monopolio existente. Hay muchísimo interés, sobre todo externo, pero la ANDE y otros entes tienen que seguir siendo las “vacas lecheras” de los muchachos.

Lo patético de nuestra realidad es que no logramos aprender las  lecciones que nos ha dejado hasta ahora este lamentable estado de cosas. Todo lo contrario, siguen surgiendo “opiniones autorizadas”, como las de este ex  funcionario, que reflejan la misma mentalidad retrógrada de siempre,  que lo único que hace es mantener al Paraguay en la miseria, pero beneficiando al Brasil y a la Argentina, que siguen llevando toda nuestra energía.