Guatemala: Corrupción y populismo
Los comentaristas destacan una conexión entre la transparencia y los sistemas políticos abiertos y democráticos. Es cierto, pero debemos ir más allá, pues desde que la mayoría de países de América Latina transitó del autoritarismo a la democracia, vemos que no basta con tener elecciones medianamente transparentes. Líderes electos pueden cambiar o retorcer las reglas del juego una vez ostentan el poder, al punto de desvanecer los elementos de confiabilidad, predecibilidad y estabilidad que quisiéramos ver en nuestros sistemas democráticos. Si lo que buscamos es restringir el uso arbitrario y discrecional del poder político, que es al fin y al cabo lo que lleva a la corrupción, cobran importancia ciertas instituciones, como una constitución de principios, la separación de los poderes, el apego a pesos y contrapesos y la fragmentación del poder en entidades descentralizadas.
La corrupción es un lastre en América Latina. Según el Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional, en 2009 únicamente 5 países sacan una nota superior a 5 en una escala de 10, y Chile, que saca la nota más alta, obtiene un 6.7, alejado del 8.7 que obtuvo Canadá y de la nota más alta de 9.4, correspondiente a Nueva Zelanda, Dinamarca y Finlandia. En pocas palabras, una buena parte de América Latina literalmente reprueba una y otra vez, y el hecho de que Somalia, Iraq y algunos otros países rindan peores resultados no debería ser consuelo.
Guatemala ha logrado mejorar su punteo cada año durante los últimos 5 años. Subimos de un abismal 2.5 en el 2005, a 3.4 en el 2009. La sociedad civil y algunas figuras en el gobierno han luchado por hacer más transparente la gestión pública. Sin embargo, es evidente que si seguimos avanzando por el camino del populismo, vamos a ver más corrupción estatal.
¿Cuáles fueron los países latinoamericanos con mayor percepción de corrupción en el 2009? Los más populistas. Las peores notas las obtuvieron, en este orden: Haití, Venezuela, Paraguay, Ecuador, Nicaragua, Honduras, Bolivia y Argentina. Venezuela que en el 2001 se ubicó en el puesto 69 de 91, cayó estrepitosamente al puesto 162 de 180.
Andrés Oppenheimer entrevistó a Alejandro Salas, jefe del departamento de América para Transparencia Internacional, quien concluyó que existe “una relación directa entre el populismo y la debilidad institucional. Y la debilidad institucional conduce a la corrupción.” Salas divide a los países de la región en tres: los que tienen un sistema de pesos y contrapesos institucionalizado, los que presentan tendencias contradictorias, y los que experimentan una especie de captura del Estado por los líderes carismáticos populistas. Agrega Oppenheimer que, irónicamente, éstos se irguieron ante la opinión pública como campeones de la transparencia. Los líderes populistas tienden a concentrar en sí el poder. Censuran a los medios de comunicación y debilitan a la oposición política, hasta que ya no existen fiscalizadores con el poder suficiente de revertir la corrupción.
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