¿Girará Brasil hacia la vieja izquierda?
Ahora que la candidata presidencial oficialista brasileña Dilma Roussef está subiendo en las encuestas, algunos de sus críticos más prominentes están levantando el fantasma de que el país más grande de Sudamérica se movería hacia la izquierda radical si ella ganara las elecciones de octubre.
El ex presidente Fernando Henrique Cardoso, arquitecto de la recuperación económica de Brasil y una de las voces más respetadas de la oposición, está en esa tesitura. En una entrevista, Cardoso me dijo que Roussef es más "dogmática'', más "autoritaria'' y está más próxima a la izquierda radical venezolana que el presidente saliente, Luiz Inácio Lula da Silva.
Roussef, economista y ex guerrillera, fue ministra de Energía de Lula y ha sido su jefa de gabinete desde el 2005. En los últimos meses, Lula la ha exhibido al lado suyo inaugurando obras públicas en todo el país, con la esperanza de que su propio índice de popularidad del 80 por ciento y el crecimiento económico del 5 por ciento proyectado para el país este año ayuden a Roussef a ganar la presidencia.
Una encuesta reciente realizada por la empresa Sensus revela que el apoyo a Roussef ha subido a un 22 por ciento, y los encuestadores dicen que ese porcentaje seguirá aumentando a medida que su nombre gane reconocimiento. Su principal rival, el actual gobernador del estado de Sao Paulo, José Serra, tiene un 32 por ciento de apoyo. Aunque ambas candidaturas son un secreto a voces, ninguno de los dos la ha anunciado oficialmente.
— ¿Ganará Roussef?, le pregunté a Cardoso, quien apoya a Serra.
— Cardoso: "Yo creo que va a tener dificultades. Va a subir en las encuestas porque el presidente Lula precipitó la campaña, y el partido opositor todavía no tiene siquiera definido un candidato. Entonces, ella va ganando un espacio en los medios de comunicación. Pero yo creo que al final, la gente cuando va a votar, va a querer mirar si la persona inspira confianza''.
— ¿Y Roussef no inspira confianza?, pregunté.
— Cardoso: "Dilma Roussef no tiene todavía ninguna experiencia de liderazgo. No ha sido líder de nada. No fue alcaldesa, no fue gobernadora, no ha sido nada. Fue una funcionaria. Es difícil que el pueblo deposite su confianza en manos de alguien que es un funcionario, no un líder''.
— ¿Sería un títere de Lula?
— FHC: "No sé (…) No me animaría a decir eso, porque por sus características personales es una persona muy dura, muy autoritaria.''
— ¿Su gobierno sería más de izquierda que el de Lula?
— FHC: "Ella está más vinculada al Partido [de los Trabajadores]. Lula tiene más independencia frente a su partido (…). Lula es un negociador habilidoso, es un líder sindical. No es un hombre de confrontación, es un hombre de negociación (…) Tiene capacidad de cambiar, y lo hace (…) Dilma no creo que haga eso, porque ella es más –quizás la expresión sea muy fuerte– dogmática. Ella tiene una visión un tanto anticuada probablemente a favor de una mayor injerencia del aparato estatal''.
— ¿Roussef estaría más cerca de Venezuela?
— Cardoso: "Probablemente sí. Pero siempre hay que entender que las estructuras del país son fuertes, y que la gente [en el poder] no puede hacer lo que le venga en ganas. Tal vez ella tendría ganas, pero la dirigencia plural de otros grupos, la existencia de una prensa libre (…) todo eso de una manera hace un filtro. Pero el corazón de Dilma late más a la izquierda''.
Mi opinión: La estrategia electoral de la oposición –por ahora enunciada por Cardoso, mientras Serra reserva sus municiones para mas adelante en la campaña– será pintar a Roussef como una candidata improvisada, de ideas radicales. La estrategia del gobierno, a su vez, será pintar a Serra como un político tradicional que querrá revertir los avances sociales de Lula y será insensible a los pobres.
En rigor, habrá que tomar ambas campañas con pinzas. Roussef, si quiere ganar, deberá girar hacia el centro: su partido perdió las elecciones de 1989, 1994 y 1998 cuando tenía una retórica de izquierda radical, y sólo ganó cuando Lula giró hacia el centro en el 2002. Y Serra difícilmente puede ser etiquetado como un candidato de los empresarios: la mayor parte de los brasileños lo conoce por su lucha contra las empresas farmacéuticas cuando era ministro de Salud, y creó una industria de medicamentos genéricos para los pobres.
Lo más importante es que, tal como lo dijo Cardoso, Brasil tiene instituciones sólidas que le dificultarían a cualquier presidente destruir los avances económicos de los últimos quince años. A pesar de la espantosa política exterior de Lula –que abraza a cuanto dictador haya en el mundo–, lo más probable es que Brasil siga siendo un modelo de conducta económica responsable y de reducción de la pobreza en Latinoamérica.
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