Obama-Care: en Israel no funciona
El presidente socialista americano, Barack Obama, hace tiempo que planea socializar la medicina en Estados Unidos, la cual si bien tiene algunos puntos que mejorar, es envidiada por el resto del mundo y todo aquel que debe pasar por alguna intervención importante y tiene los medios para viajar, no duda en ir a Estados Unidos.
En Israel, país donde recido, la medicina está socializada y me tocó sufrirla en carne propia. El populista y dogmático presidente Americano, debería entender de qué se trata esto antes de destruír el sistema de salud del país que gobierna.
Si bien mi experiencia es sólo una y el problema no es más que un dedo de la mano, sirve para entender lo defectuosa y, sobre todo, peligrosa que es la medicina socializada israelí.
En Israel, uno puede elegir entre cuatro seguros sociales, los cuales están subsidiados por el Estado y deben dar un servicio mal llamado "gratuito", pero con la opción de agregar un poco más de dinero para poder obtener un seguro que cubra otros servicios, no incluídos en aquellos que el Estado subsidia, con el capital que le saca a los ciudadanos a la fuerza.
La mejor manera de explicar cómo funciona el servicio médico socializado es a través de la experiencia y de los resultados del mismo. Pues bien, dicho esto, pasaré a relatar lo que a mí me tocó vivir gracias a este sistema defectuoso.
En el año 2007, me lesioné el dedo meñique de la mano izquierda en un partido de la liga nacional de fútbol de salón. Estaba seguro de que se trataba tan sólo de un esguince, pero fui al hospital a confirmarlo. Después de varias horas de espera, me hacen las radiografías correspondientes y me comunican que el hueso se rompió.
El traumatólogo me dice que me van a tener que operar, por lo que me envía a la enfermería para que me saquen sangre. Una vez allí, la enfermera me hace tomar asiento y segundos antes de comenzar, el traumatólogo ingresa en la enfermería y me pide que retorne a su consultorio. De pronto, este buen hombre ha cambiado su opinión y me afirma que haciendo determinados ejercicios, el hueso puede volver a su lugar, sin necesidad de operar. De todos modos, me dijo que iba a analizar el caso con el resto del equipo y que si había que intervenir quirúrgicamente, se iban a comunicar conmigo.
Como era de esperarse, no supe más nada ni de él ni de otro miembro de su equipo. Sin embargo, el dedo me seguía doliendo y decidí llamar para averiguar si ya habían analizado mi situación. Me atiende una señora no muy simpática, la cual con más intenciones de colgar el teléfono que de prestarle atención a mi inquietud, me afirma que no sabía de qué le estaba hablando.
Pues bien, después de un tiempo y con el dedo en pésimo estado ya que la predicción del médico fue errónea, mi novia, quien es fisioterapeuta y trabaja en un hospital, le llevó la radiografía a un médico que trabaja con ella y, por lo tanto, el trato fue diferente. Él le dijo que el dedo estaba roto no sólo en donde me habían dicho, sino en otro lugar también y que si bien se puede operar, ya ha pasado tanto tiempo, que no tiene mucho sentido.
Uno puede pensar que se trata de un mal traumatólogo o de un simple error, pero no es así. El problema es cuando uno no tiene la posibilidad de decidir sobre su cuerpo. Con la plata que nos quitan todos los meses, se junta una gran suma de dinero, que no se sabe bien cómo se usa ni quién lo recibe. Los hospitales no pueden utilizar más de lo que reciben y, por lo tanto, son ellos y no nosotros, los que deciden. Por esa razón ¿Qué importancia puede llegar a tener un dedo meñique para ellos, cuando hay gente que se le debe amputar el brazo entero? Se dejan casos de lado, para que alcance para tratar otros.
Otro problema es que al ser "gratuito", la gente utiliza esos servicios, inclusive cuando no los necesita y aquel que sí precisa del mismo, debe esperar meses para poder ser atendido. Además, los médicos se ven desbordados de trabajo y con un sueldo que no vale semejante esfuerzo.
Como dijera el economista Milton Friedman cuando lo criticaron por cobrar la entrada para una conferencia en una universidad de Islandia: "el término grautito está muy mal empleado, porque de algún lado se financian las conferencias. Lo que usted quiere decir es que aquel que no está interesado en asistir a la conferencia es el que le va a pagar a aquel que sí lo está".
Ahora bien, ustedes se preguntarán por qué si me opongo a la medicina socializada, no pagué mi operación. Pues como no soy yo quien decide, sino otro, si de todos modos quería operarme, debería haber pagado una suma inalcanzable para mí. En otras palabras, la medicina que provee o subsidia el Estado, lejos de ayudar a los que menos tienen, los perjudica. Porque aquel que tenga un alto poder adquisitivo, podrá pagar una asistencia privada, que al no tener casi competencia por la intervención estatal, cobrará sumas altísimas. Y si no lo convence tampoco esa posibilidad, siempre tiene la posibilidad de viajar al exterior.
En resumen, la medicina socializada genera: servicios de pésima calidad, bajos sueldos y exceso de trabajo, lo que genera desinterés del personal. Naturalmente, habrá menos puestos laborales, nula libertad para decidir sobre nuestros cuerpos, largas esperas, servicios dignos que cuestan fortunas a causa de la casi nula competencia, etc, etc.
No es mi caso el único que conozco, sino que varios de mis conocidos han pasado situaciones parecidas y no escasean las desgracias que llegan incluso a los medios de comunicación en las que muere gente por tonterías totalmente evitables.
No ha faltado aquel que me haya dicho que la medicina es un derecho y socializarla es la mejor manera de que todos puedan obtener dicho servicio. Pues ha quedado demostrado que dejarla en manos del Estado o subsidiarla es contraproducente para todas las personas y, sobre todo, para los que menos tienen.
Además, si el servicio de salud es un derecho, también los alimentos deberían serlo. Pero aún no he visto a gente protestando para que los supermercados pasen a manos estatales. Pues claro, nadie se queja porque la comida se puede conseguir en el libre mercado a bajos costos y excelentes servicios. Además, la libre competencia genera que haya muchos más puestos de trabajo y nadie quiere que suba el desempleo. Cuando hay libertad y productividad sin limitaciones estatales, todo funciona mejor.
Otra manera de entender por qué la medicina socializada no sirve es llevando la situación a un extremo. Supongamos que un virus Terminal ataca a dos países diferentes. En uno, el sistema de salud está controlado por el monopolio del Estado y en el otro no, sino que el mercado se ocupa de cubrir dicho servicio con una interminable cantidad de centros médicos de todo tipo, tecnología de punta y personal bien preparado e incentivado económicamente ¿Dónde se podrán salvar la mayor cantidad de víctimas, teniendo en cuenta lo explicado anteriormente?
Tampoco puedo dejar de mencionar el hecho de que terroristas islámicos que fueron heridos en combate, tras intentar asesinar israelíes, gozan de un tratamiento superior al que recibe un ciudadano común. Esa atención médica, sumada a las condiciones de lujo que tienen en la cárcel, en la cual tienen la posibilidad de estudiar por ejemplo, somos nosotros, los contribuyentes, los que tenemos que financiarlo a la fuerza. Y, por si esto fuera poco, después se nos acusa de ser un pueblo desalmado, asesino y criminal.
Sin embargo, habrá un aspecto positivo si esta reforma sanitaria se llevara a cabo en Estados Unidos: Obama será el principal responsable de los desastrosos resultados y la población dejará de buscar "cambios" socialistas que sólo empeoran la situación y limitan aún más las libertades de las personas, acercándose de esta manera al fascismo.
Adoro el país donde resido y soy el primero en defenderlo de los injustos ataques de la izquierda fascista y racista. No obstante, y gracias a que vivo en un país libre, puedo darme el lujo de criticar lo que no funciona e intentar abrirle los ojos a los americanos que le creen al populista presidente Americano, quien intentará imponer un sistema de salud similar al israelí.
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