Demagogía (con tilde en la í)
El Colombiano, Medellín
-No hay derecho, padre Nicanor. Mientras el mundo afuera arde en la actualidad noticiosa, usted se empecina en no hablar de los hechos que cada día desatan tempestad en Colombia, y se va por los picos pardos en casi todas nuestras conversaciones.
-Muy simple, muchacho. Yo busco ser pedagogo y no demagogo.
-Eso no es sino un juego de palabras, tío.
-Pues si eso crees, juguemos a las palabras. ¿Por qué de pedagogo sale pedagogía, pero de demagogo no sale demagogía (con í tildada), como sería lo obvio y debió haber sido en su nacimiento etimológico?
-Ahí sí, padre, como reza el dicho: usted me está hablando en griego. De todas maneras, dado que en Colombia vivimos siempre en trance de demagogia (sin tilde) y en tiempos de elecciones se suelta la jauría de demagogos que sabemos, lo que usted observa puede servirnos de reflexión.
-Que conste, muchacho, que el apunte no es original mío, sino que lo leí en uno de los escritores que todavía me consuela y sigue a mi vera en el ocaso. Me refiero a don Miguel de Unamuno. En 1932, en el prólogo a la segunda edición de su novela " Amor y pedagogía ", publicada por primera vez en 1902, habla de cómo, metido en política, la vida, que él llama el Hado de la Providencia, lo había llevado a la demagogía, acentuada en la í como en pedagogía, o sea a la educación o conducción del pueblo niño, de un pueblo en formación.
-Como quien dice, la demagogía (con í) es un ejercicio cercano, casi igual, a la pedagogía.
-Pero la política -concluyo yo, que no expresamente el autor citado- volvió demagogos a los pedagogos del ciudadano. Y deduzco entonces que es tan perversa la politiquería en la que degenera la política, que acabó corrompiendo el mismo vocablo, en su origen altamente significativo, de demagogo como conductor del pueblo. La idiosincrasia del demagogo, en su acepción actual, disolvió el diptongo en la última sílaba y se perdió la tilde original de demagogía (con í), que conservan las otras palabras con el mismo verbo griego "aguein" (conducir) en su etimología, como pedagogía, anagogía, por ejemplo.
-Los demagogos, padre, los demagogos?
-No hay que ir muy lejos para entender por qué fueron los demagogos los que pervirtieron la etimología de la palabra. La Real Academia define la demagogia (sin tilde) como "práctica política consistente en ganarse con halagos los favores del pueblo", y también como "degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder". Cualquier parecido con la realidad colombiana no es mera coincidencia.
– No se meta, tío, en honduras. Ahora dirán que la Real Academia es antiuribista y que usted?
-Eres tú el mal pensado. Yo lo que digo es que en tiempo de elecciones -y peor si es de reelecciones- el sarampión de la demagogia (sin tilde) es una epidemia en gobernantes y en candidatos. Y en un pueblo que se deja contagiar.
-También, pienso yo, padre, que la solución a problemas tan graves, como los de la salud, tan mal tratados por las autoridades y tan maltratados por los negociantes que medran al amparo de las enfermedades del ciudadano, se pierde en los manglares de la demagogia (sin tilde). Mejor, en las redes de los demagogos.
-Que están muy lejos de manejar la sabia pedagogía de la que la demagogía (con tilde) es par y vecina.
-Me queda la impresión, tío, y usted me perdona, que todo este juego de palabras suyo es un galimatías demagógico.
-Puede ser. La demagogia (sin tilde) es la tentación del pedagogo. El problema, a la postre, no es de etimologías ni de ortografía, de tildes o de hiatos, sino del talante democrático en gobernantes y gobernados. Que es lo que se nos ha perdido en Colombia.
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