Estatismo argentino
BUENOS AIRES. – Pocos días después de la inauguración de Cristina Fernández de Kirchner como presidente de los argentinos, la suerte política del matrimonio comenzó a decaer y se descubrió el escándalo de la valija con casi un millón de dólares, muy probablemente destinada a financiar la campaña que le permitió ganar finalmente la elección. Poco después, la ahora famosa resolución 125 que buscó introducir retenciones móviles dio nacimiento a la rebelión fiscal más importante de la historia argentina. Miles de campesinos salieron a las rutas para protestar contra la presión fiscal de las retenciones a las exportaciones y recibieron el apoyo de la clase media urbana en todo el país.
Todo ello se concentró luego en un resultado político contundente: el Gobierno perdió las elecciones legislativas en junio de 2009 y la mayoría en la Cámara Baja pasó a manos de la oposición, dividida pero con fuertes presiones para actuar unida.
Así, el matrimonio Kirchner vio escapar la suma del poder de sus manos, no estando acostumbrados a conversar, dialogar ni buscar consenso. Cuando se manda a voluntad y se pierde el poder de hacerlo, las cosas se complican y los ánimos se caldean. La presidenta luce enojada cada vez que tiene oportunidad de decir algo; no puede aceptar que su voluntad pueda ser restringida por nadie.
No obstante, cuando el poder de los Kirchner se encuentra en su nadir, sale en su rescate el viejo y tradicional estatismo argentino. Así, antes de las elecciones y en medio del deterioro por la protesta agropecuaria, expropiaron los ahorros particulares en los fondos privados de pensión, con el beneplácito de la oposición “progresista”, que es tan estatista como ellos, solo que con mejores modales.
Luego de la derrota legislativa lo mismo ocurrió con la Ley de Medios, un proyecto que busca establecer una determinada configuración de los medios de comunicación, según el criterio del gobernante. De nuevo, el progresismo tendió su mano.
Ahora parece que va a suceder lo mismo con la estatización de Telecom. Justo en el momento en que el Gobierno se ve sumido en una vorágine de problemas a raíz de la creación por decreto de un fondo para el pago de los vencimientos de la deuda y con la dimisión del presidente del Banco Central, la estatización de la telefónica puede volver a acercarle una cuota de apoyo político.
Y es que en realidad hay dos grandes discusiones en la Argentina. La más superficial y estrictamente política tiene que ver con la forma de gobernar de los actuales mandatarios y en qué medida generan resentimiento y rechazo de buena parte de la población. Pero, en el fondo, los valores son parecidos entre ellos y la oposición. Cada vez que se propone un avance más del estatismo, todas las manos se levantan.
El problema para el futuro de Argentina es pensar que solo se trata de formas y modales y no de valores. Allí es donde está el principal problema y mientras los argentinos sigan creyendo en el estatismo a pesar de todas las evidencias acumuladas en su contra, todo se reducirá a una opción entre estatismo arrogante o estatismo simpático, pero estatismo al fin.
El autor es Director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados
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