Error de percepción
La Vanguardia, Barcelona
Caben dos posibilidades. O los ciudadanos nos explicamos fatal, o ellos tienen una tendencia ilimitada a la interpretación libre. Porque es evidente que han oído el tam-tam de la calle, y que ya saben que los espectáculos de lucha libre, en el barrizal parlamentario, no son los que actualmente seducen a una ciudadanía ahogada por la crisis económica.Saben, pues, que el cero patatero que compartieron Rajoy y Zapatero, en el ruidoso y estéril debate que protagonizaron, no convenció a casi nadie, y enfadó a la mayoría. Y saben que los ciudadanos se aúnan a la petición monárquica del pacto, porque, a diferencia de muchos de sus políticos, la gente considera que no hay otra prioridad que la salida de la crisis.
Es decir, el ruido y la bronca gustan en los tiempos de la bonanza, especialmente cuando el ring de la política desnuda las miserias del adversario de turno. Pero en los tiempos de la severa carestía, lo que gusta es la responsabilidad, la autoridad y la solvencia. Todo esto parece, pues, que ya les ha llegado, y que su gramática parda, finalmente, ha sido capaz de interpretar el cansancio colectivo. De ahí que unos y otros, PSOE y PP, PP y PSOE, tanto monta, hayan movido ficha y, en ambos casos, en la dirección de intentar escucharse. Es así, o así lo parecía hasta que volvió a las andadas el ruido del mitin y el presidente de Gobierno se plantó en Málaga para hablar de "pacto", abofeteando al adversario.
¡Fantástica la filigrana de don ZP!: recoge el guante que todos los sectores le piden –no en vano, la idea de que hay que sumar esfuerzos para salir del atolladero, empieza a ser un clamor colectivo–, pero solo para usarlo como lanzadera contra la oposición, nuevamente más entretenido en la propaganda a los propios, que en recetas para todos. Sin embargo, y como diría la bella canción, "no es lo mismo". No es lo mismo hablar de pacto que querer pactar. Lo primero solo necesita consignas. Lo segundo exige ideas sobre la mesa, proyecto definido y ganas de consensuarlo. Unas ganas que no se respiran en un acto preparado a mayor gloria del líder, y cuya exigencia épica de unidad solo es una excusa para abochornar al enemigo. Unidad ¿sobre qué? ¿Sobre un conjunto de medidas útiles, que nadie conoce de momento? Eso no tiene nada de voluntad de pacto, lo que tiene es mucho de usar el nombre del pacto, para la guerra partidista.
La verdad, parece que no entienden. Que se dejen de ruido mitinero. Que se dejen de pelea de barro. Que se dejen de meter el ojo en el ojo ajeno. Porque en los tiempos del 20% de paro, y del 38% de paro juvenil, lo importante no es quién gana un debate, ni quién grita más en un mitin, sino quién tiene un proyecto sólido para arrancarnos del agujero. Esta es la única prioridad que deberían tener nuestros políticos. El resto es, en una situación tan crítica, pura vergüenza.
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