La constitución de la libertad
Este mes se cumplen 50 años de la publicación del famoso libro Los fundamentos de la libertad. Friedrich von Hayek escribió este tomo de más de 500 páginas a finales de la década de los cincuenta para rescatar del olvido el ideal de la libertad. Hayek veía surgir “otro sistema”, con varias caras, tendiente a recortar la libertad personal; percibía un vacío en la clara formulación de los principios que dieron pie a la civilización occidental y que ahora requerían una fiera defensa.
Escribe durante plena Guerra Fría. En Camino de Servidumbre (1944) había hecho ver las raíces socialistas del fascismo y del nazismo. Ahora voltea la vista al este: el experimento totalitario cubría el extenso territorio conformado por la Unión Soviética, sus satélites y la República Popular de China. Se libraba la batalla por Corea y Vietnam, y la tesis imperialista de Lenin era abrazada sin disimulo.
Otras dos amenazas se cernían más cerca, y siguen siendo protagónicas: el auge del Estado benefactor y el endiosamiento de la democracia. En su natal Austria y el resto de la Europa continental, así como en su tierra adoptiva, Gran Bretaña, el Estado benefactor se abultaba aceleradamente. Hayek lo ve como un sistema ambiguo, aunque derivado de la mentalidad colectivista. Además, es comprensible simpatizar con su lucha contra males sociales como la indigencia. De allí que minimicemos sus peligros. “El ambicioso e impaciente reformador”, escribe Hayek, optará por organizar los servicios como monopolios estatales y pedir amplios poderes discrecionales, hasta llegar al punto en que ni siquiera los mecanismos de la democracia lograrán resguardar la libertad ciudadana. “Es inevitable que esta administración del bienestar del pueblo se transforme en un aparato fuera de control, con voluntad propia, ante el cual el individuo queda impotente…” Dicho y hecho.
También detecta una moderna tendencia a la excesiva exaltación de la democracia. La democracia y el liberalismo son compatibles pero no son la misma cosa. La democracia no es un fin en sí mismo, sino un medio, cuyo principal valor descansa en su calidad de “proceso de formación de opinión”. No debemos colocar a la voluntad de la mayoría por encima de los principios que hacen viable la cooperación social pacífica. Para enfatizar el punto, empieza el libro con una cita del padre de la democracia, Pericles, cuando atribuye el éxito griego a la libertad resguardada en ley, y no a la práctica democrática. Pericles afirma que la igualdad ante la ley (isonomía) permite a ciudadanos, diferentes unos de otros, vivir en paz y en libertad, en sus vidas ordinarias y frente al gobierno.
¿Cómo podemos protegernos de los atropellos que se cometen en nombre del Estado benefactor y la democracia? Enarbolando una constitución de principios que entrone la libertad personal. Ello a su vez implica un claro entendimiento de la ley, del “Estado de Derecho” y de la descentralización. Los guatemaltecos debemos asimilar y actuar sobre la base de estos discernimientos para prosperar.
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