“Metrópolis” de entre las cenizas

ABC Digital

SALAMANCA. Berlín festejó los 60 años de su festival de cine con una gran sorpresa: la proyección de una de las obras cumbres del cine alemán: “Metrópolis” (1927) del realizador Fritz Lang (1890-1976). Hasta el momento, es la versión más completa que existe ya que un par de años atrás se encontró en Buenos Aires una versión que tenía 25 minutos más que la más completa de las versiones conocida entonces. El lugar para este festejo fue un sitio emblemático para los berlineses: la Puerta de Brandeburgo, el monumento al cual no tuvieron acceso durante unos 40  años pues formaba parte de la vergonzosa muralla levantada por la Unión Soviética.  

“Metrópolis”, estrenada el 10 de enero de 1927, corrió la suerte de varias obras maestras del cine. Terminado su ciclo de proyecciones, la película fue desguazada como un barco viejo y versiones muy reducidas fueron comercializadas en otros países. Cuando su realizador, Fritz Lang, la vio en Londres dijo: “Esta no es mi película”. La versión que se estrenó luego en Nueva York estaba más reducida aún.   
   
La película, una de las más representativas del “expresionismo alemán” cinematográfico, juntamente con “El Gabinete del Dr. Caligari” (Robert Wiene, 1919) no era precisamente el tipo de expresión artística que entusiasmaba a los nazis. Peor: era lo que Hitler, y Goebbels, su ministro de Propaganda, llamaban “arte degenerado”. Por lo tanto, fue olvidada. Su recuperación vino más tarde, cuando vencidas la irracionalidad y la barbarie, se fueron rescatando obras de ese “arte degenerado” que iluminaron las primeras décadas del siglo XX.

Hay otras obras maestras que corrieron la misma suerte, como “Napoleón” (Abel Gance, 1927), una obra épica que en su parte final recurría a la proyección simultánea de tres proyectores que combinaban escenas diferentes formando curiosas composiciones. A los distribuidores les pareció que su proyección ofrecía muchas dificultades y decidieron retirarla de cartelera. Otra obra desguazada y repartida entre diferentes filmotecas. A comienzo de los años 80 del siglo pasado, Francis Ford-Coppola, que había escuchado hablar de la película, una película que muy pocos en realidad habían visto y de la que los historiadores y críticos de cine hablaban a través de terceros, se lanzó a la búsqueda de todos los fragmentos que pudiera encontrar y así restituyó la obra. Perdida la partitura de la composición musical que acompañaba la proyección, Coppola recurrió a su padre: Carmine Coppola, quien escribió una composición memorable. En 1981 se estrenó en Radio City Hall de Nueva York con la orquesta sinfónica en la sala dirigida por el propio compositor.   
   
Lo mismo sucedió con “El acorazado Potemkin”, de Sergei M. Eisenstein (1925), un director que era mirado con malos ojos por Stalin, lo que provocó que sus películas se perdieran en los archivos cinematográficos de la Unión Soviética. Las escenas en que aparecen fragmentos pintados a mano, fotograma por fotograma (entonces no existía la película en color) también se extraviaron y solo a partir del año pasado, 2009, fueron agregadas a la obra original.

El mismo Ford-Coppola sufrió las tijeras de la comercialización y su obra monumental: “Apocalipsis ya” (1979) fue reducida hasta que, por fin, el realizador, convertida su obra en una “película de culto”, pudo agregarle los cuarenta y nueve minutos que le habían mutilado, llevando así la película a casi tres horas de duración y estrenada en Cannes en 2001.

Por último, un episodio relacionado con Luchino Visconti: “El Gatopardo” (1963) fue comprada por un sello norteamericano para su comercialización. A los empresarios les pareció que toda la secuencia final de la fiesta era muy larga, y le suprimieron unos treinta minutos, además de cambiarle el sistema de color. Cuando Visconti la vio en Nueva York, con sus personajes tan italianos doblados al inglés, publicó una solicitada en el “New York Times” negando que aquella película la había realizado él.